martes, 29 de septiembre de 2009

Hugo Mandón -


Sutil y de aguas dulces
(Se trata de mi mujer)

(fragmento)

En todo caso
Mujer amada me celebro en tu cuerpo que es

/mío dulce
y grato
no solamente por ser dulce sino por ser una

/ especie de
abrigo indispensable
tan necesario como lo son el pan y la sal
el aceite y el vino y la madera que enciende
/los fuegos
y el aire que se respira
y según el cual uno vive.


Hugo Mandon
(Larrechea 1929 – Santa Fe 1981)


fuente: LUZAZUL 106
CREADA POR HORACIO C. ROSSI Y OSCAR AGU
(seleccion de textos)
cachoagu@yahoo.com.ar





Cesa la lluvia

Cerrar el libro otra vez
encender el cigarrillo sin placer
mirar el humo azul de pura pereza
mirar la puerta cerrada, bien cerrada
tomar la copa y beber el fuego efímero
no tener ya nada que hacer
ni siquiera esperar
afuera cesa la lluvia
se piensa descuidadamente
‘los paraguas gotean’
o bien ‘en la tierra negra brotarán los hongos’
no abras nuevamente el libro
apaga el cigarrillo, no mires la puerta
no bebas, no esperes
no pienses en paraguas ni hongos
la lluvia ha cesado
eso es todo. ◊


Tristemente uno


Te saludo en esta tarde
pobre y solitario
sin veredas casi
con un poema en la oreja izquierda
y un clavel memorable en la derecha
te digo, mi amada pequeña y llena de frío
porque es julio
que te arropes
porque es julio
y las nubes son grises
increíbles y lentas
y los humos apenas se disuelven en el poco viento
y abajo
y muy lejos, mi amada, discurre el río
que titubea
se detiene
que se va y se queda a la vez.
Hoy, pequeña amada
no hay barcos en el puerto
no hay sueños pues
pero te tengo en los ojos
y entonces te tengo entera
ahora no somos dos
a partir de este momento
apenas
tristemente uno. ◊

julio 1976


Adulterios solemnes

A la pobreza y a la indiferencia de ciertos cuartos
íntimos, les corresponde testimoniar
con toda la ferocidad de la lupa desnuda
de la mudez sin atenuante
del registro sin esperanza
sobre la solemnidad de ciertos adulterios
la tristeza de los cuerpos absurdos
el espanto de las sonrisas congeladas.
A nadie comunicarán algo tales cuartos pobres e indiferentes.
Ellos contendrán la solemnidad almidonada para siempre
más allá del testimonio en la palpitación de su luz miserable
en alguna grieta, en algún ojo de humedad sin tiempo.
Habrán de conservar
la brevedad de las conversaciones, cierta melancólica estolidez
del adúltero esforzado y victorioso a su pura manera.
Acerca de ella -pobrecita ella, la dulce y complaciente ella-
tampoco habrán de comunicar sobre la forma de su espalda
ni el marfil de sus talones ni su ropa de colegiala.
Nada se sabrá nunca de los solemnes adulterios
entre el tío y la sobrina o la profesora y el alumno
la vecina y el tenedor de libros, la señorita administrativa
y el señor de anteojos y paraguas que utiliza sólo taxímetros.
Tanta solemnidad, tanto juego entre los cuerpos diversos y renovados
que transitan, transcurren como agua de los sentidos y las costumbres.
Tanta furtivez, tanta harina de sigilo será hecha pan de discreción.
Toda la solemnidad de tales adulterios
será sepulta bajo la pobreza y la indiferencia de tales cuartos
íntimos y desolados. ◊

marzo 17 de 1978


La hoja seca


No arrojes al viento la hoja seca que tienes en la mano
pues ella es extraña a los vuelos
tampoco al fuego porque ella
jamás pecadora
es impurificable
guarda, deposita la hoja seca entre las páginas de un libro
para que allí
como un sello de sangre muerta
se adose a un poema tan tibio como la mano de quien lo
escribió alguna vez
o a una sentencia de importancia relativa
o a un grabado de ángeles y brujas medievales
o a la imagen de un lago de cristal simétrico
o a una ecuación parecida a la manos de un esqueleto
o al nombre de una mujer citado azarosamente
o a un espléndido duque de memoria desconocida en
absoluto
yacer la hoja seca entre cosas muertas entre el olvido
y lo escondido, entre la amnesia horizontal
y el sepulcro resonante de antiguos ecos
ella será otro poco de olvido
otro poco de historia humana
pues por tu mano viva habrá sido tenida
antes de llegar a su destino quieto. ◊


Ella



No esperes de Ella efusiones maternales ni alivios
extraños
ni le confíes afanes y cavilaciones filiales.
No la confundas con madre alguna, con útero prodigioso
con origen sublime ni siquiera con antecedente o fin.
Ella no es tu madre.
No pasa a ser, como lo descubriera Chesterton y lo
recordara Claudel
una hermana total, una hermana cabal, una simple
hermana
con todos los vicios y las virtudes
que esporádica y alternativamente asisten a la calidad
fraternal.
Ella, la hermana en todo caso mayor, tiene tu sangre
y se nutre con tu aire y con tu agua
recibe el mismo sol y bebe luz como tus ojos.
Ella tiene su composición salvaje y mineral
y las excelsitudes de tus bríos, el mismo pulso en el
verano
y el mismo recogimiento durante los fríos.
Ella es a veces soez, a veces sublime
palpita con la luz y se adormece con el silencio
florece como tú, cuando cantas o escribes o amas
y se desfleca tristemente como tú cuando te enfadas
o te pones triste en tarde de domingo.
Trátala como tal, en todo caso, amorosamente
sin reticencias dile que la respetas pero pídele respeto.
No la ajes pero cuida de que ella te dé un beso diario
un buen beso fraternal para tónico de tu ánimo
para confirmar esa buena relación
entre hermanos, esa costumbre de portarse bien el uno con el otro.
Trata bien a tu hermana Naturaleza
y olvida eso de que ella es tu madre. ◊

13 de marzo de 1978


Verificación 1978



No hay nada tan liviano como una hoja desmayada en tiempo de infidelidad. Es decir, tal hoja es intrascendente y podrá agitarse en el próximo abril como un pájaro seco, duro de muerte inesperada y nada más.
Puede que a tal hoja le quepa algo de memoria, pero en ese caso el beso de los infieles será nada más que una sombra leve. Porque debe saberse que tales besos trascienden, no se disipan y menos aún para marcar una hoja. Esos besos son secretos y como tales no se dividen, ni se muestran ni se olvidan. Pertenecen nada más que a ellos, los furtivos propietarios de la maquinaria de la deslealtad. ◊

marzo 1978


Heráclito



Era verano y yo pensaba entre los durazneros
en el Oscuro y su obstinado convencimiento;
mi paso era leve sobre la hierba mojada y el olor
maduro de la fruta era como un vino solar
y yo consideraba la propuesta del viejo filósofo de Efeso
como si hubiera sido formulada hacía apenas un rato.
Es que el río fundado por el Oscuro unía las épocas
y los espectros de todos los hombres habidos,
la flaca razón de las academias, los templos y las
revoluciones
como si todo no fuera sino sombra tenue del oleaje
que no cesa,
que fluyendo permanece idéntico a sí mismo;
ni redondo ni plano, ni alto ni grueso, ni bueno ni malo
solamente verdedero
único discurrente como el tiempo.
El mismo río unía también a aquellos rubicundos
duraznos del estío
que me rodeaban en una ronda frutal y fragante
con los higos fúnebres que se hacían secar bajo
el sol de Efeso
hace tantos años
como si hiciera apenas pocos minutos.
Era el Oscuro andando a mi lado
entre durazneros, sobre el pasto húmedo en la mañana
en un verano sin domicilio determinado, en un diciembre
cualquiera,
tomado al azar en la historia, elegido gratuitamente,
con la irracionalidad de quien no distingue el ayer del
mañana
confiado en la afluencia del existente
tanto hombre como durazno como higo como palabra
como estío.
Aún no sé ciertamente si aquel paseo entre duraznos de
fuego
junto al Oscuro que poco decía pero que sí sonreía
cautelosamente
fue en Efeso, alguna vez,
o en Coronda, en alguna de estas semanas pasadas,
mientras no lejos de nosotros
cantaba alguna muchacha juntando frutillas. ◊

diciembre 1978


Islas


A veces, llega hasta esta ventana y entra
un ligero, poco viento que viene desde el este.
Entonces, algo así como una menuda vida
recorre los viejos libros de hombres muertos
que tengo conmigo
y toca mi piel y me hace pensar,
aunque no lo quiera:
"Qué frescas, qué jóvenes siguen siendo las islas>"
Y considero, con tristeza, mis fatigas. ◊







Hugo Mandón nació en Larrechea, en la provincia de Santa Fe, en 1929 y murió en la ciudad de Santa Fe, en 1981.
(Tenemos en nuestro poder una conversación con sus alumnos, pocos meses antes de su muerte, que refleja con justeza sus puntos de vista acerca de la literatura pero, más aún, acerca de la condición humana).

Periodista y libretista de LT10 Radio de la Universidad Nacional del Litoral, sus crónicas eran verdaderas prosas poéticas.
Entre sus obras publicadas se encuentran De la isla triste, Vengo de andar país, La gente y su sombra y Sutil y de aguas dulces.

Hugo Mandón fue el primer presidente de la filial Santa Fe de la SADE y uno de los fundadores del Grupo Adverbio, junto con —entre otros— Gastón Gori, Miguel Brascó, Muñoz Unsain, Paco Urondo y Cocho Paolantonio.
Entre sus libros publicados se cuentan De la isla triste, Vengo de andar país, La gente y su sombra y Sutil y de aguas dulces, al que pertenece este poema.
Sutil y de aguas dulces fue editado después de su muerte, por iniciativa de la novelista Silvia Braun y del poeta Horacio Rossi, que gustaba repetir que "en el inconcebible cada uno llueve Hugo Mandón. Hugo Mandón habita cada hermano. Está aquí. Aquí está. Podemos sonreir y decir: gracias."

Este volumen incluye casi todos sus poemas y la edición (póstuma), que estuvo a cargo de Silvia Braun, respetó el orden cronológico en que Hugo los guardaba encarpetados.

Gregorio Echeverría lo conoció en Santa Fe por los años previos a la caída del peronismo y nunca más se vieron, a pesar de contar con amigos comunes, como la propia Silvia Braun, Jorge Horacio Conti, Graciela Geller, Gastón Gori, Ricardo Rossi y Adrián Néstor Escudero.
En 1986 escribe el poema Hugo de la isla en homenaje al poeta, arrasado por un cáncer atroz cinco años atrás. En 1987 este poema recibe el primer premio del Certamen Literario "Hugo Mandón", organizado anualmente por SADE Santa Fe en homenaje a su fundador. ◊




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