martes, 22 de mayo de 2012

MONICA RUSSOMANNO, TALENTOSA ESCRITORA Y POETA SANTAFESINA NOS PARTICIPA SU CUENTO: "EL SILENCIO POR SUPRESIÓN"



EL SILENCIO POR SUPRESIÓN




     Cuando llegó del supermercado empezó por dejar las bolsas encima de la mesa, y enseguida buscó lo que necesitaba frío; haciendo equilibrio con las salchichas, un corte de cerdo y las bandejitas con pollo trozado, abrió la puerta de la heladera y no se encendió la luz. Pensó que se habría quemado la bombilla, pero en el freezer el hielo era agua dentro de las cubeteras, y las milanesas habían perdido su rigidez. Quizás había dejado de funcionar desde el día anterior, pero recién ahora lo notaba.
      Justo ahora, se dijo, pero siempre el día de hoy es el peor momento para que algo salga mal. Justo ahora, se dijo, justo ahora que hay que comprar la ropa de los chicos para el colegio, los útiles, los libros, y se acumulan los gastos de inscripciones y cuotas. Se recostó contra la mesada, justo ahora.
     Después de suspirar y peinarse con la mano el cabello, le tocó timbre a la vecina y le preguntó si tendría lugar para dejarle algunas cosas en su heladera. Puso todo en una bandeja y volvió. La vecina le objetó que estando los artículos descongelados no era bueno recongelarlos, que hay que consumirlos o tirarlos. Sucedió la argumentación; ella que no, que en un documental explicaron que no es malo volver a congelar los alimentos, que no, que para nada, y había la cosa de la ruptura de las paredes celulares que cambia la textura pero no hace que las cosas se echen a perder, y mientras tanto con la bandeja arriba de la mesada de la vecina, y las cosas tan a la vista, los envases abiertos, esa desprolijidad expuesta a extraños.
     Pero que no importa, de veras, en serio que dijeron que se pueden volver a congelar los alimentos descongelados, y la vecina que no se convencía y ella que se sintió absurda dando explicaciones, casi suplicando que le ponga las cosas de una vez por todas en el freezer, y se hubiese ido si no fuese porque mantenía la sonrisa y la paciencia porque necesitaba salvar la mercadería, más aún ahora que quién sabe cuánto iba a costar el arreglo de la heladera.
     Por fin volvió a su casa y se le endureció el estómago cuando pensó que debería decirle al marido que la heladera no funcionaba. Justamente la heladera, que era una de las cosas que habían perdido su existencia.
     Si lo que no se nombra desaparece, es como si no estuviese o jamás hubiese existido, entonces en su casa había una enorme cantidad de objetos fantasmas.
     Para que ocurriese la desaparición de la heladera había sido lo del hijo menor. Dos años atrás le regalaron un triciclo, y a causa del entusiasmo que le produjo el triciclo rojo, la misma mañana del cumpleaños no esperó a salir a la vereda, se subió a su triciclo y cuando intentó girar en la cocina, la rueda trasera chocó contra la puerta de la heladera y le dejó una dolorosa herida arañada con pintura roja sobre la pintura blanca.
     Desde entonces, hacía ya dos años, la heladera había pasado a formar parte de la casta de los innombrables.
     Una vez que hubo gritos motivados por algo, el lugar o el objeto involucrado quedaba anulado del registro de realidad de la familia. Era una norma jamás enunciada, pero los niños la acataban perfectamente con esa comprensión animal de los niños por los climas espesos, los rostros mudos y las expresiones de los cuerpos torturados. Habían comprendido perfectamente, los niños, que una vez borrado algo de lo visible y señalable, debían obedientemente enceguecer sus propios ojos a lo molesto, a lo acaso peligroso.
     La mujer se dijo que para comunicarle al marido que la heladera no funcionaba, debería nombrarla, decir la heladera no funciona, y ese nombrar la heladera la traería de vuelta a la realidad tangible, y otra vez quedaría expuesta la rayadura roja sobre la pintura blanca, y sería nuevamente el grito, quizás el golpe. Pensó en llamar al service sin decirle al marido, pero jamás lograría que la arreglasen antes de la cena cuando la necesidad de hielo para el vino con soda la dejase expuesta.
      Quizás pudiese llamar al service y guardar silencio, y el marido al abrir la heladera no hiciese comentarios, y la heladera siguiese en modo de fantasma, y el marido quizás se contentase con fruncir el ceño y mantener un silencio más espeso y no otra cosa. Quizás se pudiese sortear el mal trago, quién sabe.
     Y justo ahora, se dijo, justo ahora tiene que aparecer la heladera. El televisor no se nombra desde que la nena se levantó sigilosamente en la noche a ver el final de una novela, y el padre salió de la cama y arrancó el enchufe de la pared. El piletín está armado todavía en el patio, y los chicos lo usan, pero no se habla de él desde que salpicaron demasiado, el agua llegó a la calle y un inspector municipal les levantó una multa.
     La mujer recorrió la casa y faltaban tantas cosas. Tanto sinsabor había desdibujado, uno a uno, el respaldar de una cama, una de las bicicletas, la puerta del placard de los chicos, el piso del baño, un estante del pasillito. Y aquello también, y la azucarera, y tanto más.
     Miraba desde el recuerdo la casa, y veía su hogar cuando todavía no faltaba casi nada, y se podía hablar de la cortina, del colibrí en las flores azules, de la película en el cine y de aquellos amigos que, también, uno tras otro habían ido desapareciendo.
     Abrió la guía telefónica para buscar un service de heladeras y habló resignadamente. Recién mañana pasarán a hacer un presupuesto.
     Sentada con las manos sobre el regazo, la mujer anheló el día en que ella y sus hijos demuestren su absoluta, su inocultable incorrección frente al marido, y puedan desaparecer finalmente, escapando, por fin, de su mirada.


MONICA RUSSOMANNO


e-m: russomannomonica@hotmail.com


La autora:

Mónica Graciela Russomanno nació en Santa Fe, en 1966 y es profesora en Artes Visuales.

Fue publicada en los diarios “Hoy en la Noticia”, “El Litoral”, “La Nación” de Argentina, “Ideas” de Cuba, “Xicòatl” de Austria y “Etcétera” de Zaragoza

Editada virtualmente en las publicaciones “Inventiva Social”, “Unión digital”, “La máquina de escribir”, “Página 1”( de Israel); escribe ensayos en “El Arca del Sur”.

Ha guionado los videos “El gueto de Varsovia”, el realizado por los 90 años de la radio “LT9”, así como “Relatos de Euskadi” y “El Arca del Sur”.

Fue premiada en el concurso por los 70 años de la UNL, “Nitecuento” de Editorial Mizares, el certamen de la Editorial “Nuevo Ser”, y el organizado por “Historias para el café”.

Editada en la Antología “En bandada”, participa como autora invitada en encuentros con estudiantes, y es jurado del concurso anual de cuentos juveniles de la organización “El Puente”.

En el año 2009 la Asociación Trabajadores del Estado le editó un libro de cuentos, “Historias versas y perversas” dentro de la colección Bienes Culturales.

Fue/es publicada en los Blogs:
 
"SANTA FE, MI PAIS" , 'PAGINA 1 - JOSE PIVIN' Y 'EL GALLO EN ALPARGATAS',


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG,

El cuento que aquí publico lo acabo de recibir de la autora, 
a la que agradezco y felicito por el mismo.

Mónica es una de las voces sobresalientes en la literatura santafesina actual.

Así lo definió una colega suya. Y sin ofender ni desmerecer a nadie, creo que tiene razón.

Lic. Jose Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al mar Mediterráneo

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