Los peruanismos en Mario Vargas Llosa
Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, no solo es novela y ensayo. El autor de La casa verde, que le permitió obtener el Premio Rómulo Gallegos, y Lituma en los Andes, con el que ganó el Premio Planeta, representa, también, un referente ejemplar de nuestro léxico peruano.
Más allá de ser un hombre de innumerables premios y distinciones, nos
ofrece un espacio, breve o no, para encontrarnos con nuestras palabras,
con nuestros peruanismos.
Sus hojas se han convertido en un espacio para encontrar al cachaco, no al militar; a la chanfaina, no al enredo; al piqueo, no a una pequeña porción de alimentos; y al camote, no el enamoramiento. En sus páginas, el lector puede descubrir sus percepciones y vivencias, y las formas cómo las construye, encontrar, por ejemplo, ese bagaje lexical que usamos los peruanos en los distintos ámbitos situacionales, sociales y geográficos. No resulta extraño hallar términos como churre para calificar a un niño y piajeno para designar al burro en su obra Quién mató a Palomino Molero o toparnos con el seco de chavelo, plato hecho a base de carne seca y plátano verde, y el clarito, una bebida dulce, como parte de la gastronomía piurana en La casa verde: “—Nada de chifas —dijo Lituma—. Quiero platos piuranos. Un buen seco de chabelo, un piqueo, y clarito a mares”. Vargas Llosa no solo residió en Lima, lugar que le permitió plasmar, principalmente, Los cachorros; su primaria y su último año de secundaria fueron cursados en Piura, la tierra del clarito y el crocante chifle. Esta experiencia le permitirá introducir, con precisión y naturalidad, esos piuranismos.
Sus escritos resultan, pues, ser muestra de la riqueza léxica peruana; y, en consecuencia, un aporte para el registro de ese léxico . En sus novelas, las condiciones sociales de los personajes pueden expresarse con el uso del lenguaje coloquial, popular o juvenil que revelan la capacidad inventiva de los hablantes. En Los cachorros, tenemos, así, la palabra trome, producto de un cambio fonético del término metro: "Qué trome, Cuéllar, le decía Lalo, ¡aprendan, bellacos!"; y en Pantaleón y las visitadoras a pintón producto de un extensión semántica de “agradable” a “guapo”: “Yo que creía que todos los chinos eran finitos, este es Frankenstein. Aunque a Alicia le parece pintón”. El uso de estos vocablos le permite al autor, a nuestro parecer, darle un rasgo singular a cada personaje, a cada voz, a cada situación, reflejar los modos de hablar. Las obras literarias de Vargas Llosa nos ofrecen, preciadamente, ejemplos de uso de los castellanos del Perú.
Sus palabras “El Perú soy yo, aunque a algunos no les guste […], lo que yo escribo es el Perú también” no solo expresan su mérito, sus rechazos, sus vivencias personales en general, sino también nos desvela las formas de habla que nos presenta en los más variados momentos de sus novelas. Leer a Vargas Llosa es caminar acompañado de algunos peruanismos como cachimbo, calato y pararle el macho, guste o no guste, sobre todo en sus primeras obras cumbres. La impronta vargallosina nos entrega ficción; sí, es cierto, pero a la vez nos entrega palabras peruanas, que se proyectan del Perú al exterior.
Para cerrar, algunos ejemplos de uso de peruanismos aparecidos en las obras de Vargas Llosa:
Cachimbo. Alumno de primer año de enseñanza superior. "Cuando era cachimbo universitario, solía caminar en dirección a la misma Biblioteca Nacional". (La tía Julia y el escribidor)
Cajón. Instrumento musical de percusión que se toca con las manos y sentado sobre él. "Y aunque sus manitas eran débiles sabía acompañar expertamente cualquier música criolla en el cajón". (La tía Julia y el escribidor)
Como se pide chumbeque. Bien, muy bien. "Bien, vayan embarcando y a portarse como se pide chumbeque". (Pantaleón y las visitadoras)
Cortar. Ingerir un alimento o bebida alcohólica para aliviar el malestar producido por una borrachera. "Encontré a la familia todavía en pijama, cortando la mala noche con choritos picantes y cerveza fría". (La tía Julia y el escribidor)
Cristina. Gorra de tela, desprovista de visera. "Un soldado todavía borroso: pero él sabe […] que bajo las insignias, la cristina, los bolsudos pantalones y la esmirriada camisa de dril está sollozando". (Pantaleón y las visitadoras)
Rollo. m. Pliegue de tejido adiposo que se sitúa en alguna partes del cuerpo. "La figura encadenada que le sonríe con picardía es una señora Leonor […] a cuyo flaco esqueleto se han añadido […] las tetas, las nalgas, los rollos y el andar protuberante de Chuchupe". (La tía Julia y el escribidor)
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fuente:
LOVÓN CUEVA, Marco (2010). "Los peruanismos en Mario Vargas Llosa”. Punto Edu. Publicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 13 de octubre. http://bit.ly/d6NU1T
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Sus hojas se han convertido en un espacio para encontrar al cachaco, no al militar; a la chanfaina, no al enredo; al piqueo, no a una pequeña porción de alimentos; y al camote, no el enamoramiento. En sus páginas, el lector puede descubrir sus percepciones y vivencias, y las formas cómo las construye, encontrar, por ejemplo, ese bagaje lexical que usamos los peruanos en los distintos ámbitos situacionales, sociales y geográficos. No resulta extraño hallar términos como churre para calificar a un niño y piajeno para designar al burro en su obra Quién mató a Palomino Molero o toparnos con el seco de chavelo, plato hecho a base de carne seca y plátano verde, y el clarito, una bebida dulce, como parte de la gastronomía piurana en La casa verde: “—Nada de chifas —dijo Lituma—. Quiero platos piuranos. Un buen seco de chabelo, un piqueo, y clarito a mares”. Vargas Llosa no solo residió en Lima, lugar que le permitió plasmar, principalmente, Los cachorros; su primaria y su último año de secundaria fueron cursados en Piura, la tierra del clarito y el crocante chifle. Esta experiencia le permitirá introducir, con precisión y naturalidad, esos piuranismos.
Sus escritos resultan, pues, ser muestra de la riqueza léxica peruana; y, en consecuencia, un aporte para el registro de ese léxico . En sus novelas, las condiciones sociales de los personajes pueden expresarse con el uso del lenguaje coloquial, popular o juvenil que revelan la capacidad inventiva de los hablantes. En Los cachorros, tenemos, así, la palabra trome, producto de un cambio fonético del término metro: "Qué trome, Cuéllar, le decía Lalo, ¡aprendan, bellacos!"; y en Pantaleón y las visitadoras a pintón producto de un extensión semántica de “agradable” a “guapo”: “Yo que creía que todos los chinos eran finitos, este es Frankenstein. Aunque a Alicia le parece pintón”. El uso de estos vocablos le permite al autor, a nuestro parecer, darle un rasgo singular a cada personaje, a cada voz, a cada situación, reflejar los modos de hablar. Las obras literarias de Vargas Llosa nos ofrecen, preciadamente, ejemplos de uso de los castellanos del Perú.
Sus palabras “El Perú soy yo, aunque a algunos no les guste […], lo que yo escribo es el Perú también” no solo expresan su mérito, sus rechazos, sus vivencias personales en general, sino también nos desvela las formas de habla que nos presenta en los más variados momentos de sus novelas. Leer a Vargas Llosa es caminar acompañado de algunos peruanismos como cachimbo, calato y pararle el macho, guste o no guste, sobre todo en sus primeras obras cumbres. La impronta vargallosina nos entrega ficción; sí, es cierto, pero a la vez nos entrega palabras peruanas, que se proyectan del Perú al exterior.
Para cerrar, algunos ejemplos de uso de peruanismos aparecidos en las obras de Vargas Llosa:
Cachimbo. Alumno de primer año de enseñanza superior. "Cuando era cachimbo universitario, solía caminar en dirección a la misma Biblioteca Nacional". (La tía Julia y el escribidor)
Cajón. Instrumento musical de percusión que se toca con las manos y sentado sobre él. "Y aunque sus manitas eran débiles sabía acompañar expertamente cualquier música criolla en el cajón". (La tía Julia y el escribidor)
Como se pide chumbeque. Bien, muy bien. "Bien, vayan embarcando y a portarse como se pide chumbeque". (Pantaleón y las visitadoras)
Cortar. Ingerir un alimento o bebida alcohólica para aliviar el malestar producido por una borrachera. "Encontré a la familia todavía en pijama, cortando la mala noche con choritos picantes y cerveza fría". (La tía Julia y el escribidor)
Cristina. Gorra de tela, desprovista de visera. "Un soldado todavía borroso: pero él sabe […] que bajo las insignias, la cristina, los bolsudos pantalones y la esmirriada camisa de dril está sollozando". (Pantaleón y las visitadoras)
Rollo. m. Pliegue de tejido adiposo que se sitúa en alguna partes del cuerpo. "La figura encadenada que le sonríe con picardía es una señora Leonor […] a cuyo flaco esqueleto se han añadido […] las tetas, las nalgas, los rollos y el andar protuberante de Chuchupe". (La tía Julia y el escribidor)
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fuente:
LOVÓN CUEVA, Marco (2010). "Los peruanismos en Mario Vargas Llosa”. Punto Edu. Publicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 13 de octubre. http://bit.ly/d6NU1T
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