viernes, 5 de febrero de 2010

Horacio C. Rossi: Desde la Terraza...






"CUADERNILLO DE HORACIO"

TAPIZ


(de la vida real)

Cuatro testigos -dijeron, y hubo que ir.

Por aquel tiempo aún no era obligatoria moda ser bestial. Había procedimientos. Conforme a reglamentaciones. Por cierto que la orden era firme y apuntalada por la ferretería artillera del caso y el uniforme ajustado, que habíamos crecido admirando, y el vozarrón que est

Fuimos con ellos.



Al fondo del pasillo, el departamentito de estos muchachitos crédulos, inocentones, estaba bien lleno de libros y de cosas desprolijamente ordenadas, por el suelo por ejemplo, en fin: reliquias, fotos, tabacos, chiches, yerbamate.



Los detenidos a un lado, “como perejil en maceta”, que dice la gente del pueblo… como el montón de escoba escobillón trapo de piso baldes que habría en el baño o en el patio.

Los testigos, cerca de la puerta, con cara de vecinos pero ajenos… cara de yonofuí, digamos.



Sobre una pared, y no para tapar humedades, un lienzo sin marco, con su rostro enorme, pintado o bordado, desde acá no se nota bien, y menos a esta hora, demasiado temprano.

El rostro conocido por cualquiera que mirara una vidriera de librería, aquellos días.

Con toda la barba de rabino, la cara inteligente, metido en sus cosas, andá a saber, y la ropa del por entonces siglo pasado… pero los hippies y demás melenudos la han puesto de moda de nuevo, no sé si has visto.



El jefe del operativo miraba el tapiz.

Lo miraba fijo. Iba y venía sin dejar de mirar esa pared, esa cara conocida….



Sería una pena que lo requisaran, digamos, (sentíamos nosotros) tan lindo, la joya de la casa, sin duda.

Nos miramos con otro como yo, sabandija él también (opina el barrio)…:

pensábamos lo mismo: ¡una lástima, sería una lástima… algo hay que hacer, che…

Porque, en cualquier momento, chau tapiz.

Así que:



Se mandó.

Como un héroe de historietas digno de la televisión…



Dado que no nos prohibían movernos, se metió en la digámosle pieza general, muy suelto de cuerpo, y se acercó al cumplido oficial que seguía mirando el tapiz, como diciendo: yo, a este tipo del cuadrito, lo conozco… lo tengo visto… me suena... de algún lado…



Se le paró al lado, admirando, él también, esa obra realmente admirable, pronta a partir si no pasaba algo.

Así que mi amigo cabeceó hacia el cuadro, y dijo, todo sonrisa, conocedor el hombre:



- José Hernández!...

- José Hernández! -confirmó al punto el uniformado.



Y acaso se parecen, el papá del Martín Fierro con Karl Marx. Esa estampa, recia, de varón. Esas ropas del siglo diecinueve de la era del otro también rabino…



Y, sobre todo, esas ganas, nuestras, de salvar el tapiz.

Ni transpirábamos, te juro que ni transpirábamos.

En fin...



Al rato, se fueron.

Sin arrestos.

Los cuatro testigos firmamos el informe…



Sonriendo.-

(*)


MANGA DE USTEDES!...



Las ganas que tenía de verlos, che:

es increíble cómo pasa el tiempo, que no pasa, y ya me estoy poniendo a decir adulteces, como ven,

y, como ven, escribo lengua oficial, pero no se lo crean…



Para colmo, en este lugar, en este patio de la mesa redonda, en este pueblo, querido aunque no lo conozco, en fin, me ocurren tántas cosas…

entre ellas, ahora la posibilidad de barajar de nuevo esas tántas cosas, justamente, con regalos de la vida

como el de ustedes por acá, inesperables, pero esperados, ya lo saben...



Manga de ustedes!...



No sé quién los mandó, pero díganle que le estoy mucho más y mejor que muy agradecido.

Agradezco y punto, acá...



La ciruelas amarillas han rajado las ramas de su árbol, como suelen quebrarlas los pomelos, tántas que son, y tan jugosas…

como ciertas niñas cuando eran alguito más jóvenes que hoy.

Por suerte ya sus hijas despuntan emplumando, igual…

Como la selva, que atrae y que repele, a la que uno talvez no va, pero si se nos pone delante es (o podría llegar a ser) otra cosa. Quien sabe...



Manga de ustedes!...



Venirse tan luego hoy, sábado semi nublado, con esa luz que doña sol dispone tras sus nubes,

y siempre me ha parecido sin tiempo, acaso porque sin sombra.



Respetaron mi siesta. Gracias.

No por mí, sino por el resto del mapa, digamos, la gente vecindaria, que por acá la duerme todentera…

y es hora entonces de andar en bicicleta para mí.



Es divino, como decíamos antes, estar acá. Sitio de momentos como este, imagínense.

Mate aprontado a la arte del Río, la otra banda. Y ustedes acá,

No lo puedo creer.

Por suerte, no menestero, no necesito.



Es como la poesía, sin mayúscula, sin comillas, como Ella.



Y como la otra Ella, que es la misma.

La que aveces está.



... Manga de ustedes!...



Y los que vienen con ustedes…

Y pensar que usted quiere decir maestro.


Maestro.

El maestro mayor de la obra,

que blande la grande maza o mazón o con simple o con doble S o con zedilla, como te guste más o mejor.

Siempre, mejor…



Y las gentes que trajeron con ustedes. Buen gusto.

Estas niñas.

Dignas de acá, propio. Hicieron bien en acompañarlas a venir.



Déjenmelas, nomás, que yo me encargaré, como siempre. Con toda modestia.

Lamentablemente, debo fingir que a esto último lo dije en chiste, digamos,



Sí, sigan trayendo de estas obras maestras semovientes.

Viejo, pero no pellejo, éste acá.



Y uno se queda, jeta en sonrisa, mirándolos, tan lindos, como siempre, retornarse de luz…



Como prontito yo. Ya falta menos.



¡MANGA DE USTEDES!...



Horacio C. Rossi, en la terraza
1984 / 2008
foto: Archivo Diario EL LITORAL , de Santa Fe

Nota del Editor,


Los textos fueron recibidos directamente del autor,
escritor, poeta, creador de palabras, terminos y
soñador de la Paz y la amistad entre los seres humanos.

Horacio falleció-injustamente- cuando aún tenía mucho
por vivir, por decir, por educar a la más joven generación
de poetas y escritores de la Pcia. de Santa Fe.
Estoy triste por el, cada vez que me cruzo con su nombre
y sus textos, es decir, TODOS LOS DIAS....
SU MEMORIA SEA BENDITA !!!
Lic. Jose Pivín

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