domingo, 28 de febrero de 2010

Anoche en Guadalupe Oeste, Santa Fe, una banda armada asaltó un colectivo lleno de pasajeros

Pasaron la gorra y se llevaron todo, hasta los anteojos del chofer. Había chicos en la unidad. Todo ocurrió entre gritos y llantos.


por José Luis Pagés

Cinco desconocidos armados treparon a un ómnibus repleto de pasajeros, encañonaron al chofer y, bajo amenazas de muerte, intentaron que desviara el recorrido para ocultar su acción delictiva en las oscuras calles de El Chaquito.

Como no lograron ese objetivo, la unidad siguió unos trescientos metros por 12 de Infantería y, en medio de la desesperación y la angustia de los pasajeros, los malvivientes “pasaron la gorra”.

Todos y cada uno de los ocupantes del colectivo fueron obligados a despojarse de sus bienes para ponerlos en manos de los “chorros”. Así desaparecieron relojes, anillos, pulseras y teléfonos celulares. Con lo que las carteras de las damas y los bolsillos de los caballeros, quedaron vacíos.

El audaz golpe contra el interno de la Línea 10 tuvo lugar anoche alrededor de las 21 en las calles del barrio Guadalupe Oeste, más precisamente en la intersección 12 de Infantería y Sarmiento, cuando la mayoría de la gente regresaba de sus lugares de trabajo. Pero como entre los pasajeros no faltaban las madres con hijos pequeños, se vivieron momentos de tensión extrema.

Ella lo vivió

Una de las personas que anoche ocupaban uno de los asientos del transporte refirió esos momentos calificándolos de “terribles”. “Eran las nueve de la noche y todos los asientos estaban ocupados, también viajaban de pie tres o cuatro personas, el ómnibus iba lleno”.

“En un momento observé distraídamente que o dos o tres chicas hacían señas en la esquina y que el ómnibus aminoraba la marcha. Cuando se detuvo me extrañó que esas mismas chicas salieran corriendo por una calle oscura y que en lugar de ellas subieran cinco chicos, entre gritos y empujones”.

“Pensé, siempre igual con estos pibes, creyendo que los chicos bromeaban entre ellos, pero de pronto me sorprendí como todos. Me espantó ver que uno de los pibes apuntara a la cabeza del chofer con un revólver”.

“Eran cuatro o cinco adolescentes que apenas se preocupaban por esconder la cara bajo la visera de la gorra y la capucha del “cangurito”. Todos llevaban una mano en la cintura, como si tuviera un arma -eso nunca se sabe-, y a los empujones y a los gritos, entre el llanto de las criaturas, fueron pasando por los asientos para apoderarse de todos las cosas de valor que fueron encontrando”.

A la villa, no

“Mientras tanto, recordó nuestra entrevistada, el colectivo seguía su marcha lentamente, mientras el del revólver apremiaba al chofer. Siempre con amenazas, le exigía: “metete, metete”, en las calles de El Chaquito.

“No sé que hubiera pasado entonces en esas calles oscuras, no lo quiero imaginar. Posiblemente el chofer tuvo el mismo presentimiento que yo -no quería entrar en la villa-, y unos trescientos más adelante clavó los frenos. En ese momento la sensación de estar en peligro y totalmente a merced de los delincuentes que parecían mentalmente desquiciados, se apoderó de todos. Tres o cuatro criaturas que iban con sus madres no paraban de llorar”.

“En esos momentos de confusión intenté salvar lo que podía. Lo que más me preocupaba eran los papeles, mis documentos, el celular, no tenía dinero. Los saqué de la cartera y me senté sobre ellos. Entonces me robaron la cartera y se llevaron un chasco. Yo logré salvar algo, pero la mayoría se quedó sin nada”.

Le quedan lindos

Nuestra entrevistada dijo esta mañana que aún no había logrado reponerse de los momentos de tensión que soportó y que se sobresalta con sólo pensar qué habría ocurrido de prolongarse la situación o de haber cambiado la escena como pretendía la banda.

Por fin, cuando llenaron la bolsa, los precoces pistoleros que parecían actuar bajo los efectos de algún euforizante se descolgaron de la unidad, pero antes que eso ocurriera, con singular cinismo, el más decidido de ellos arrebató los anteojos al chofer y se los colocó, para enseguida preguntar a los pasajeros “¿Me quedan lindos?”.

“Después pedimos ayuda en una despensa donde sus dueños dijeron que, como la mayoría de los vecinos de Gualupe Oeste y de el mismo Chaquito, están hartos de los robos. Ahí estuvimos unos minutos y en seguida llegaron los patrulleros de la Seccional 8a. y las camionetas de la Tropas de Operaciones Especiales”.

Volvimos a ver a los agentes que entraron a las calles de El Chaquito una hora después, cuando declarábamos en la seccional de Guadalupe. Traían con ellos algunas ropas de vestir, carteras y algún celular. También ingresaron con dos detenidos, pero uno de ellos -al que pude ver de reojo- no lo reconocí. Era más grande, nada que ver con los pibes que treparon al colectivo”.

“Los pocos minutos que permanecí en Guadalupe Oeste pude ver que todos sabían de quién hablaban cuando hablaban de los chorros. Todos coincidían en la descripción de uno de ellos, el que se llevó los anteojos, en la gorrita blanca, el arito y otros detalles que lo diferenciaban del resto. Vale decir que es del barrio y todos lo conocen y saben de sus andanzas”, concluyó.


fuente: DIARIO 'EL LITORAL', Santa Fe-Argentina
domingo 28 febrero 2010

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