lunes, 17 de septiembre de 2012

CRONICAS DE LA CIUDAD DE SANTA FE:"EL ASADO", por EL GIORGIO





EL ASADO


        Era una jornada calurosa y húmeda de enero del 2006. Algo muy común en los pagos santafesinos. Al mediodía, alguien propuso asado para la cena; pero cuando me ofrecí como asador hubo quienes se asombraron, porque siempre se ocupaba otro de esa tarea.
   -¿Vos te animás? Dijeron, enfatizando el “vos”.
   - ¡Seguro! ¿Cuál es el problema? ¿Por qué no puedo hacerlo yo? ¡No es tan difícil!
       Nadie osó contradecirme, pero noté una ansiosa expectativa en los demás.
      Al atardecer, cuando el sol ya no calcinaba el patio, aparecí descalzo, en short y "musculosa", decidido a cumplir mi cometido. Primero retiré del asador los trastos allí acumulados, pues desde que mis hijos se casaron el asador había pasado a ser depósito de objetos sin destino definido.
      Entre los trastos hallé una bolsita de carbón, sobrante de algún asado anterior. Estrujé un manojo de diarios viejos y sobre él volqué el contenido de la bolsita pensando si no estaría algo humedecido.  Le acerqué un fósforo encendido, que se consumió entre mis dedos sin que el combustible se comportara como tal. Luego otro fósforo; después otro y otro. Eché alcohol sobre el carbón, arrimé otro fósforo... y se consumió el alcohol. Eso sí, salía mucho humo, aunque el carbón seguía intacto. A veces aparecía alguna llamita, pero enseguida se extinguía.
      A esta altura de los acontecimientos el humo producido había invadido el patio nuestro… y hasta los contiguos de los vecinos. Por un momento pensé que llamarían a los bomberos.   De la humareda emergió de pronto mi cuñada empuñando una pala de plástico; con ella venteó las pocas llamas que surgían, apagándolas y encendiéndolas alternativamente con cada pantallazo.
      En tanto, alarmada por nuestro fracaso, “la patrona” volvía de la verdulería de la esquina con otra bolsita de carbón que, como suele suceder, no sería necesaria.
      Por fin se alzó una fogarada. El carbón tomó fuego, crepitando y lanzando bocanadas de humo y nubes de chispas que nos obligaban a saltar continuamente para evitar quemaduras, como si bailáramos una danza ritual, al estilo de los indios de las viejas películas de cow-boys.
      Ya íbamos a “tirar a la parrilla” los ingredientes del asado cuando llegó uno de mis hijos quien, como buen abogado, “se las sabe todas”. Cual experto en el tema, dio precisas instrucciones sobre el modo de cortar las costillas y acomodar el resto sobre el asador. Allí aproveché para darme tres duchas consecutivas. El agua salió negra de hollín y recuperé mi aspecto canoso.
       Cuando llegaron los demás el asado estaba a punto y se sirvió, acompañado de varias ricas ensaladas preparadas por las mujeres. Increíblemente todo estuvo muy bien, quedando demostrado que las claves del éxito de un asado residen en conseguir buena carne y “hacer el fuego”.
      Como de costumbre, no faltó el obligado “aplauso para el asador”, oportunidad que aproveché para agradecer a aquellos que “de una u otra manera” habían contribuido a plasmar el asado, incluyendo en el agradecimiento a mi equipo y - especialmente - a la vaca, que estaba muy tierna. 
      También puntualicé que era no era la primera vez en mi vida que hacía un asado: Era la segunda, ya que 40 años antes había asado exitosamente unos pollos “al oreganato”.
      El recuerdo del acontecimiento perduró. Y durante las mañanas siguientes, al levantarme, notaba un persistente olor a humo en toda la casa.
Una duda me carcome desde entonces: Habiendo tantas comidas ricas…¿Por qué a todos les apasiona comer asado? 

El Giorgio

En Santa Fe(Argentina) un calcinante día de verano.














NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG,

EL GIORGIO, un cronista de la vida cotidiana.
Experto en ciencias, es un filósofo popular que recien ahora comienza a difundir públicamente sus textos, que son siempre humanos, a veces más o menos humorísticos. 

Ya he publicado anteriormente algunas de sus narraciones, y seguire en esta tarea de difusión cada vez que reciba un original suyo. 

Estoy seguro que sus lectores sonreirán al finalizar la lectura.

Jose Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al Mar Mediterráneo.

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