domingo, 23 de septiembre de 2012

La historia de Isabella Guralnik de Zamaniego, judía de origen alemán que tuvo que emigrar debido al nazismo. Bela para algunos, Belita para muchos


En el marco de los 100 años en la ciudad que la Asociación Israelita “I.L. Péretz” celebrará el 12 de octubre, y los 200 años de la primera Ley de Inmigración que se conmemoraron el 4 de septiembre, presentamos la historia de Isabella Guralnik de Zamaniego, judía de origen alemán que tuvo que emigrar debido al nazismo.
TEXTO. HIJAS DE ISABELLA GURALNIK DE ZAMANIEGO. FOTOS. GENTILEZA DE LAS AUTORAS.






El primer día de clases, con el cucurucho lleno de golosinas que se regalaBA a cada alumna.

En la ciudad de Kassel nace el 20 de octubre de 1923 Isabella, hija de Lion Gerson Guralnik, de nacionalidad ucraniana, y de Cyrla Feffer, nacida en Varsovia. Fue una mujer con una inteligencia excepcional. No tenía la ciencia que se estudia, pero sí poseía la sabiduría con la cual se nace y no todos tienen.

Concurría a una escuela cuya costumbre, para el primer día de clase, era regalarle a cada alumna ingresante un cucurucho con golosinas. Era una alumna aplicada, motivo por el cual siempre se destacaba.

Desde su más tierna infancia conoció y sufrió los embates del nazismo; por eso, desde entonces fue forjando su temple de acero. Esto hizo que el instinto de conservación que todo ser humano tiene, en ella se agudizara; y se empeñaba en hacerlo extensivo a sus hijas, a las que amaba y protegía permanentemente.

Cuando comienza el régimen nazi, ella y sus hermanas eran discriminadas por ser judías. Una tarde, volviendo de su jornada escolar con sus hermanas y sus primos, fueron agredidos por soldados a caballo. En esa ocasión muere, pisoteado por aquéllos, uno de sus primos


LOS AÑOS EN PARÍS


A los diez años de edad, Isabella y su familia emigran a París, escapando del régimen hitleriano, cada vez más crudo. Cerraron la puerta, dejando en su casa todas sus pertenencias. Corrían para abordar el tren que los llevaría a su destino, y a una de sus hermanas se le enganchó un pie en las vías. Angustiados por el terror y la premura para alcanzar el tren, tuvieron que sacarle el zapato para liberarla y no perder la posibilidad de viajar.

Una anécdota que ella contaba de aquellos duros tiempos de su niñez fue la siguiente: cuando los soldados nazis se llevaban a un vecino judío, otro señor vecino le dijo a los soldados “sáquenle ese saco nuevo y pónganle éste más viejo” y se lo tiró al pobre hombre que se cambió la prenda. Ya en el campo de concentración, comprobó que entre el forro y la tela del saco se encontraban dinero y joyas, que le sirvieron para negociar su libertad.

También en París se destacó por su capacidad intelectual y su tesón para aprender, lo que sus maestras valoraban (a poco tiempo de comenzar su concurrencia a la escuela, figuraba en el Cuadro de Honor). Tal es así que una de ellas le dedicó una atención personalizada para ayudarla con el idioma y le regaló un diccionario que Isabella atesoró y utilizó con empeño, lo que le permitió escribir y hablar francés a la perfección. Este diccionario lo guardó Bela hasta sus últimos días.

Fue una etapa en la que, a pesar de las necesidades que pasó, disfrutó de las bellezas de la ciudad, en la que conoció “las papas fritas en cucurucho”. Su familia continuaba con las tradiciones judías, sobre todo el shabat.
También en esta etapa conoce Isabella los maravillosos paisajes suizos, recorridos en tren, a través de la Cruzada organizada por la Cruz Roja para chicos refugiados de la Guerra.

Mientras viven en París, nace su última hermana. Pero, cuando se avecinaba la invasión nazi a Francia, los emplazaron para ser repatriados o ir a otro país. Su padre se relaciona rápidamente con gente de la Comunidad judía y le trae a su hermana mayor todo el material necesario para alistarse en el grupo ALIAH e ir a Palestina: (la mamá de Bela nunca se lo perdonó a su marido, pues Gertrud era casi una niña). Ella partió hacia Palestina, atendiendo el llamado que Golda Meir y Ben Gurion hicieron a la diáspora judía. Al momento de su muerte le hicieron homenajes como pionera y patriota de Israel.


RUMBO A LA ARGENTINA


Cuando la familia decide emigrar de Francia, pasan grandes angustias en el puerto de Marsella, porque le detectan a su padre una enfermedad contagiosa en la vista (tracoma) y no pudieron partir. Con la urgencia del momento su papá recurrió a las organizaciones judías que se ocupaban de ayudar a quienes estaban en situaciones críticas de salud, y así consiguieron todos los papeles y certificados de salud que les permitieron abordar el barco que los llevaría a Río de Janeiro, donde el gobierno de Brasil les deniega la entrada por ser judíos.

Es así como encuentran acogida en Paraguay, país al que arriban posteriormente -luego de hacer escala por tres meses en la ciudad de Montevideo (Uruguay)-. En Asunción viven un tiempo no prolongado y emigran a la República Argentina. Por unos meses residen en el Hotel de Inmigrantes.

Los primeros tiempos fueron durísimos, pues vivían aterrorizados con el nazismo; luego se trasladan a Rivera (Provincia de Buenos Aires), donde el gobierno les otorga parcelas de tierra para trabajar. Tenían animales y aves de corral (ellos sólo habían visto estos animales en libros). Para los Guralnik el campo era un área desconocida porque la profesión de su padre era corredor de comercio (viajante).
La gran barrera que encontraron fue la falta de comunicación por desconocer el idioma. Esto le ocasionó a Bela (como familiarmente la llamaban) dificultades en la escuela por la burla de sus compañeros, causa por la cual decide dejar de concurrir. Esta determinación la impulsa a aprender el oficio de costura.

Después de trabajar varios años en el campo sin resultados positivos, debido a la falta de conocimientos respecto de la labor a realizar, y de muchas penurias vividas; decide Bela, a los dieciséis años, irse a vivir a la ciudad de Buenos Aires. Los primeros tiempos vivió en casas de familia, luego trabajó en una peletería (oficio que también aprendió).

Tiempo más tarde traslada al resto de su familia a la misma ciudad y viven todos en un conventillo. En 1946, en casa de una amiga, conoce al que fue su marido durante cincuenta y cuatro años. Este era sastre y ella, con sus conocimientos le ayudó a trabajar en el taller que fue su modo de vida.
Cuando la República Argentina, durante la Segunda Guerra Mundial, rompe relaciones con el Eje, Bela debe presentarse todos los meses a convalidar su domicilio ante el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Tuvieron tres hijas; tiempo más tarde se trasladaron a la ciudad de Santa Fe, en la que nace su cuarta hija. Tuvo cuatro nietos y una bisnieta que lleva su nombre.

En la década del ‘50 recibe una indemnización por parte de Alemania para resarcir (sólo en parte) las pérdidas morales y económicas que le ocasionó la Segunda Guerra Mundial. Parte de esa indemnización sirvió para comprar un terreno y construir su casa en Santo Tomé, donde vivió hasta sus últimos días.

En 1958 tramita y obtiene la nacionalidad argentina. En 1962 ingresa a trabajar en la Administración Pública Santafesina. Acompañó a su marido en distintas comisiones y asociaciones de la ciudad de Santo Tomé. Fue miembro activo de la Comisión de Madres de la escuela primaria a la que concurrieron sus hijas. En la década del ‘70 integró la comisión de FACE (Federación Argentina Católica de Empleada).

REENCUENTROS y UNA RICA VIDA CULTURAL


En 1973 se reencuentran las cuatro hermanas, después de treinta y ocho años de separación obligada. Fue un momento muy emotivo. En esa circunstancia, su hermana israelí conoce a sus sobrinos y cuñados.
Con ella realiza algunas excursiones mostrándoles las bellezas turísticas de nuestro país.

Con la ayuda de sus primos esparcidos por el mundo -que, a consecuencia de la guerra, nunca antes pudo volver a ver-, Bela viaja a Israel tres veces. Allí se reencuentra con algunos de sus familiares, conoce a su sobrino y familia. También recorre, junto a su hermana, algunos lugares de aquel país.

En la década del ‘90 se crea en la Asociación Cultural Israelita Argentina I.L. Peretz de la ciudad de Santa Fe el primer Coro que interpreta canciones en Idish, al cual Bela se incorpora. Con el Coro participó en distintos encuentros con agrupaciones nacionales y extranjeras. En marzo de 1992, Bela y su esposo estaban paseando en Brasil junto a unos sobrinos, cuando ocurrió el atentado a la Embajada de Israel; esto la sacudió fuertemente, como si volvieran aquellos tiempos de la Alemania nazi. Lo mismo le ocurrió cuando el atentado a la Amia, en julio de 1994. Hablaba y escribía varios idiomas. Realizaba actividades físicas, entre ellas, Tai-Chi.


Le gustaba viajar y relacionarse con el medio en que se desenvolvía. Disfrutaba de la lectura y procuraba interiorizarse de todo lo que ocurría en el mundo. Su vida fue de mucho sufrimiento; pasó muchas necesidades espirituales y materiales. Por eso practicaba la cultura del ahorro, debido a las experiencias y lecciones recibidas. Aun así, fue una mujer generosa y noble en sus convicciones, dispuesta a ayudar a quien lo necesite.


Sus últimos años, que fueron muchos, los vivió tranquila junto a su familia; y en especial junto a su esposo Marito que la amó sin dobleces hasta que Dios se lo llevó. Ahí la vimos llorar. Logró sobrellevar esta ausencia con el apoyo de sus hijos y nietos, familiares, amigos y el Coro Freilej.

Su historia concluye el 22 de octubre de 2007.

FUENTE: DIARIO 'EL LITORAL'
SANTA FE, 15 de setiembre de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario