viernes, 21 de enero de 2011

Mónica Russomanno: LAGARTIJA Y LITERATURAS





LAGARTIJA Y LITERATURAS


Una forma extraña flota en el balde rojo que lleno de agua. No es una hoja seca, ni una pelusa, algo de mi instinto me avisa que atención que esto que flota no es ni una hoja marchita ni una nada sin más datos curiosos. Flota. Tiene cuatro patas minúsculas. Tiene la forma de una lagartija. No se mueve la minúscula lagartija transparente sobre la película invisible del agua. Tan liviana, tan Jesús caminando sobre el agua pero sin Galilea ni discípulos. Una lagartija que se mantiene ahí, cuerpecito ahusado y patitas de dedos microscópicos.

Con cuidado busco la pala de recoger el polvo después del escobillón, y saco al animalito que presupongo muerto. No se mueve; así como lo pesqué así queda en la pala rosada. Lo pongo a la altura de mis ojos para poder distinguir los finísimos dibujitos en la piel película de plasticola seca sobre el dorso de la mano, la piel micrón y microscopio y crueldad absurda de clase de biología “hoy disecamos al batracio”. Miro apenas al animalito inmóvil y es la extrañeza de las cloacas que de pronto abstrajo Kundera, y la ciudad desapareció y sólo quedó una horrible red inmunda de caños que se entrecruzan, bajan, suben, se abren en temibles inodoros como bocas hambrientas. ¿Por allí vino?

Miro a la lagartija que a pesar de parecer enteramente muerta tiene la cabecita erguida. La cabeza es una cabeza de alfiler con dos insondables oscuridades, dos brillantes estrellas negras en la carita que no es de piedra, que no es rosada, que no es el axolotl de Cortázar pero quién sabe… De la familia al fin y al cabo, me digo, una especie de axolotl de entrecasa, de los que aquí podemos conseguir para pensar en algo más lejano y extraño y abismal.



La miro, pequeña lagartija junto al balde rojo sobre la pala rosada, ojos negros cabecita en cuarenta y cinco grados, transparencias de velo de tul de danzarina desvergonzada por qué no árabe, aún mejor, por qué no Salomé y al fin y al cabo está el rojo del balde y al fin y al cabo la lagartija sobre la pala muy bien podría ser la cabeza de Juan el Bautista con esa cara de nada que tienen las cabezas de los degollados.

Y entre medio de Juanes y bautismos y agua de ondas concéntricas, el animalito abre una boca sorprendentemente enorme, y le brota una burbuja perfecta. La he mirado con tanta atención que pasa lo de siempre, ahora bajo el escrutinio se ha agrandado, y en la cabecita que sí, es de alfiler, en la cabecita de alfiler las fauces que revelan la vida y la ferocidad (siempre la vida y la ferocidad tan emparejadas), las fauces que revelan animación y rapacidad son enormes a mi atención extática. Bosteza un dragón, aquí sobre mi palita rosada. Y tanta heráldica, diría Borges, y tanto animal majestuoso diría Borges, en los escudos, y el león que al fin y al cabo es pariente de los perros y come lo que le trae la hembra.


Llevo con cuidado la palita escaleras abajo. Escaleras abajo, qué linda frase. A los franceses se les ocurren las mejores réplicas, las frases más ingeniosas cuando descienden las escaleras, es la manera de decir que lo mejor se formula cuando finaliza la discusión y ya es tarde, y es la manera de decir que todos viven en departamentos con escaleras. Y quién lo dijo, no recuerdo, pero siempre me fascinó esa frase, desde pequeña, en esta ciudad en que nadie tenía escaleras, en esta ciudad plana de casitas bajas que se fue transformando en esta otra ciudad con gente en cajas de cartón, gentes de balcón cerrado y piso de parqué falso. Y claro que Ítalo Calvino a este punto, esto de bajar la escalera en medio de una ciudad que crece concéntricamente, que bien podría ser relatada por algún viajero que se entrevistase, pongamos por caso, con el Gran Khan.


Y dejo a la lagartija en el césped como quien con cariño cede parte de su herencia. Debajo de las plantas de las que desconozco nombres y pertenencias deposito al bichito que de vuelta es tan pequeño aquí, tan liliputiense y yo tan Gulliver. Vuelvo a subir peldaño por peldaño la escalera de hierro, vuelvo a mis libros y al falso crepúsculo de entre paredes donde las voces de los escritores me narran el mundo, sus mundos, me soplan ráfagas de vidas pasadas y ajenas obsesiones sobre el simple episodio de exiliar a una pequeña lagartija.

Mónica Russomanno


La autora:



Mónica Graciela Russomanno nació en Santa Fe, en 1966 y es profesora en Artes Visuales.

Fue publicada en los diarios “Hoy en la Noticia”, “El Litoral”, “La Nación” de Argentina, “Ideas” de Cuba, “Xicòatl” de Austria y “Etcétera” de Zaragoza

Editada virtualmente en las publicaciones “Inventiva Social”, “Unión digital”, “La máquina de escribir”, “Página 1”( de Israel); escribe ensayos en “El Arca del Sur”.

Ha guionado los videos “El gueto de Varsovia”, el realizado por los 90 años de la radio “LT9”, así como “Relatos de Euskadi” y “El Arca del Sur”.

Fue premiada en el concurso por los 70 años de la UNL, “Nitecuento” de Editorial Mizares, el certamen de la Editorial “Nuevo Ser”, y el organizado por “Historias para el café”.

Editada en la Antología “En bandada”, participa como autora invitada en encuentros con estudiantes, y es jurado del concurso anual de cuentos juveniles de la organización “El Puente”.

En el año 2009 la Asociación Trabajadores del Estado le editó un libro de cuentos, “Historias versas y perversas” dentro de la colección Bienes Culturales.





Nota del Editor,

Mónica es una bella personalidad que conjuga dominio absoluto del idioma, simpatía y creatividad.
Talentosa escritora, poeta, ensayista, profesora de artes visuales.

"Una de las mejores escritoras actuales de la ciudad de Sant Fe", al decir
de una de sus colegas.

Yo, desde este lejano país que me contiene, la admiro, la estimo, la aprecio, la valoro. Y la quiero como si fuese una SOBRINA.

Pienso que es lamentable que las editoriales argentinas serias no se han
dado cuenta aún de que Mónica Russomanno es una apuesta ganadora.

Ojalá que despierten pronto de su letargo.

Lic. Jose Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al Mar Mediterráneo



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