domingo, 2 de enero de 2011
Sergio Sinay nos trae "LA HUELLA"
La huella
por Sergio Sinay
Nos la desearán, la desearemos para otros y para nosotros. Será, acaso, la palabra más invocada en estos días. Felicidad. Felices fiestas. Felicidades. ¿Alcanza con desearla para sentirla? ¿Es producto de la voluntad? ¿Es un derecho a reclamar? ¿Tenemos el deber de ser felices? ¿Es nuestra meta en la vida? Desde mi punto de vista todas estas creencias generan mucha insatisfacción, desencanto, frustración e infelicidad. Si fuera un derecho, ¿a quién reclamarlo?
Si fuera un deber, ¿quién nos sancionará al no cumplirlo? Si fuera una meta, ¿no nos haría dejar de lado cosas puntuales y valiosas de la vida?
Creo que la felicidad es, simplemente, la consecuencia de un modo de vivir, de una manera de honrar los valores humanos esenciales, de una forma de vincularnos con los otros respetando su diversidad.
Es el fruto de una manera de andar por el mundo. Tomada como fin puede ser fácilmente confundida con el placer o con sensaciones epidérmicas. El placer es un dato del cuerpo, la felicidad es un estado del alma. No la trae Papá Noel en su trineo ni la llevan los Reyes Magos en sus camellos. No está en una copa de alcohol, en un porro, en un psicofármaco, en el coche nuevo, en el blackberry, ni en el bisturí de un cirujano plástico. No se consigue con dinero, ni con manipulaciones afectivas. No es un efluvio del poder.
La felicidad es una huella. La huella que van dejando nuestros pasos por la vida. Según hacia dónde caminemos, con qué propósito y por qué caminos, ella irá apareciendo para dar testimonio de nuestro modo de vivir y convivir. Inútil buscarla a toda costa, entonces. Inútil reclamarla. Inútil pretender regalarla o hacer tareas con el fin de recibirla como premio.
Se trata de vivir una vida elegida, responsable, empática, agradecida, moral. Y allí habrá una huella.
Biografía:
Nací en Buenos Aires el 10 de agosto de 1947. Viví mi infancia y mi adolescencia en La Banda (Santiago del Estero). Regresé a Buenos Aires al finalizar el colegio secundario. Mis padres, Moisés (fallecido en 1999) y Miriam son farmacéuticos. Tengo un hermano, Horacio, tres años menor que yo. Estoy casado en segundas nupcias con Marilen Stengel, a quien conocí en el afortunado año 1992. Ella es licenciada en Letras, especialista en comunicación, escritora.
Es una mujer bella, sensible, inteligente, con notable creatividad, humor, empatía e intuición. Tengo un hijo, Iván, nacido en 1976, fruto de mi primer matrimonio. Iván es músico, es un varón de profunda, sólida y espiritual masculinidad, que ha elegido una vida propia y la vive con responsabilidad. Amo a mi mujer, amo a mi hijo, siento un profundo cariño y agradecimiento hacia mis padres y mi hermano.
La lectura, la escritura y el fútbol fueron pasiones tempranas en mí y no me abandonaron, ni las abandoné, en toda mi vida. Soy hincha fiel y seguidor de Ríver. También jugué al básquet y al ajedrez. Estudié sociología, me formé en psicología gestáltica, en psicología transpersonal, en autoasistencia psicológica. Estudio astrología. Me sigo formando en todo lo que me apasiona y me permite entender y entenderme y lo haré mientras viva. Estoy convencido de que en esta vida somos eternos aprendices que nunca se gradúan (afortunadamente).
Debo mucho a mis maestros: a Norberto Levy, a Kita Cá, a Adriana Schnacke, a Mónica Nigro, a Jorge Genzone, a Pepe Presti, a Mimy Sirocco. Y a maestros que no conocí en persona pero me enseñaron y enseñan desde sus libros, ideas y palabras: Víktor Frankl, Carl Jung, Elisabeth Lukas, Fritz Perls, Ram Dass, Sam Keen, Erich Fromm, Martin Buber, Emmanuel Kant, John Cheever, Philip Roth, Raymond Chandler, los filósofos griegos, los existencialistas.
Cuando escribo me siento feliz. Nunca sufro al escribir. Me habitan tantos textos, que no me alcanzará una vida para parirlos. Disfruto, trasciendo, descubro el sentido de mi vida al escribir. Amo la palabra y procuro honrarla cuando la uso. Escribir es reflexionar, hacerme preguntas, compartir la exploración, compartir los descubrimientos, comunicarme llegar al otro. El otro. Porque creo (es de veras un credo) que el otro es necesario e imprescindible en nuestra vida, que en él trascendemos, que él confirma nuestra existencia y que no hay yo sin tú, me dedico a explorar los vínculos humanos, a investigar en y sobre ellos, a reflexionar y a trabajar en ese tema esencial de nuestra vida.
Porque amo la palabras me hice periodista a los 18 años, y lo seguí siendo aun cuando incursionaba en otras áreas. Escribí crítica de cine (amo el cine) y de libros, hice entrevistas, crónicas, investigaciones. Creé revistas propias (Shows, Uno por uno, Interiores, Persona), dirigí otras que no eran mías pero en las que siempre logré poner mucho de mí: Hombre, Magazine, Playboy argentina (en 1989 escribí y produje allí entrevistas que aún me enorgullecen), la revista dominical de Clarín, Expansión (en México). Fui jefe de redacción de las ediciones iberoamericanas de Selecciones del Reader´s Digest. En muchas de esas publicaciones puse semillas que se hicieron árboles en mis libros, a veces sabiéndolo, a veces no.
También me siento pleno cuando puedo hablar con otros y ante otros, cuando puedo construir un puente de palabras y cuando puedo cruzar por él hacia un público con el que me encuentro y con el cual, juntos, continuamos creando puentes y haciéndonos preguntas. Creo en la pregunta como una herramienta fundamental de la conciencia.
Me gusta viajar, conocer culturas, amo a la Naturaleza y la respeto, amo a los animales, a los perros, los gatos, los patos y las gallinas que tuve, y a los animales que habitan campos y selvas, a mis dos gatas queridas (Luna y Ronrón), tan sabias, tan sutiles, tan comunicativas.
Me enojan, y mucho, las arbitrariedades de los poderosos, las incitaciones obscenas de quienes crean falsos deseos para incitar al consumo salvaje, el materialismo desalmado, el egoísmo de quienes creen que vivir es tener y los que usan al otro como herramienta o como peldaño. Desprecio a los que invocan ideologías y consignas supuestamente progresistas para enmascarar su propia miseria moral. Y son muchos. Y los sufrimos. Con los contaminadores, con los depredadores, con los transgresores de normas y leyes (escritas o no escritas), con los corruptos, con los autoritarios tengo algo personal.
Admiro a quienes sostienen sus valores y declaraciones con acciones y actitudes, a los que perseveran detrás de un propósito, a los que reniegan del facilismo, a los que hacen del amor un verbo. Todo esto es la punta de mi iceberg.
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"Se trata de vivir una vida elegida, responsable, empática, agradecida, moral. Y allí habrá una huella."
ResponderEliminarEstas palabras contienen un mensaje aleccionador y son una guía para la construcción de una vida plena. Muy buena nota!! Ana M. Fernández Vuono