TIEMPO DE ALMENDRAS
de Zunilda Gaite.
El poeta chileno Gonzalo Rojas, al referirse a la “palabra”, en su intento por revalorizar esa mágica vibración que su eco puede producir en los lectores, la considera como…un aire, un aire nuevo: / no para respirarlo, / sino para vivirlo…
de Zunilda Gaite.
El poeta chileno Gonzalo Rojas, al referirse a la “palabra”, en su intento por revalorizar esa mágica vibración que su eco puede producir en los lectores, la considera como…un aire, un aire nuevo: / no para respirarlo, / sino para vivirlo…
En efecto, el poemario “TIEMPO DE ALMENDRAS”, de Zunilda Gaite, logra despertar en sus destinatarios las más ricas experiencias poéticas: un lirismo enfocado no como mero ejercicio de versificación, sino como un viaje intimista al país de las emociones, sembrado de imágenes sensoriales ricas y variadas. Es por eso tal vez que Oscar Agú, en el mensaje epistolar dirigido a la escritora, que prologa el poemario, afirma: Uno sabe que siempre hay otro pliegue. Siempre hay otra forma de aparecer y otra manera de percibir.
Pero aclaremos que la palabra, esa materia poética maleable y dúctil como arcilla, en los versos de Zunilda Gaite nos plantea un contacto más que estimulante y complejo, quizás porque esta escritora se propone - al igual que en otras de sus producciones literarias - generar lo impredecible, recreando lo conocido y creando lo “nuevo” (ese aire nuevo al que alude Rojas).
Porque no se trata en este caso de suscitar una tarea de simple decodificación lineal y unívoca, sino que focaliza la palabra iluminando sus distintas aristas: no solamente el significado, sino también el significante (si nos remitimos al concepto biplánico del signo lingüístico según Saussure), e incluso aludiendo al objeto que representa (si en cambio adherimos a la concepción tripartita propuesta por Peirce), cuyo ícono se materializa a través de múltiples códigos: lingüístico + gráfico + pictórico.
De todos modos, según el paradigma semiótico, la lingüística subsume los demás lenguajes, los que se vuelven subsidiarios de ella, a efectos de completar su significación (funciones de anclaje y relevo, de las que hablaba R. Barthes), es decir que aquí se erige en reina y señora, su “majestad”: la poesía.
Cabe acotar que el poemario que hoy nos ocupa, fue galardonado con la 3ª Mención en el certamen organizado por la Municipalidad de Santa Fe, en “Premio a la producción local” - año 2 008 - presentado con el seudónimo “Azul”… como azules son las almendras que coronan el arbolito del diseño de tapa, como azules son las letras del título y de la tipografía del poema de la contratapa, rescatado en un atajo del tiempo, donde se cierran las composiciones que la vida enhebrara con sueños, entrelazando los recuerdos, destinados a honrar - como ella confiesa - a quienes me amaron y partieron. A quienes me aman y permanecen. A quienes amé y amo. A quienes vendrán y amaré. La 2ª dedicatoria se dirige puntualmente A todos los escritores cuyas voces presiden, inician, cruzan o finalizan mis poemas.
Esta expresión de deseo conlleva también una doble connotación: por un lado, alude al carácter multívoco que toda composición literaria posee, es decir, a la multiplicidad de voces que se entrecruzan en la trama textual (el “intertexto” al que se refería el filósofo del lenguaje M. Bajtín, y su seguidora, J. Kristeva): Cuando proferimos un enunciado (…) se hacen presentes otras conciencias a través de las voces de otros hablantes”…
Pero por otra parte, Z.G. nos “ahorra” a los lectores la ardua tarea de bucear dentro del inmenso tejido de la literatura universal, ya que hace explícitas las voces que inspiran o motivan la mayoría de sus poemas (ya sea a modo de epígrafe inicial, o introducido en el cuerpo de los mismos, o bien como remate de la composición). Es así como asistimos al desfile de los “figurones” que fueran instauradores de literaturidad: M. Benedetti, A. Storni, J.L. Borges, G.A. Bécquer, O. Orozco, A. Pizarnik, C. Vallejo, R. Alberti, J. Cortázar, D. Agustini, P. Neruda, J. Martí, O. Paz, R. Darío, L. Lugones, A. Nervo, F. García Lorca, J.L. Ortiz, L. Cernuda, J. de Ibarbourou, sin olvidar a los nuestros, los más cercanos en tiempo y espacio: J. Bepré, A.L. Ponzo, L. Carmona, M. Vecchioli, J. Pedroni, R. Malatesta, D. Doyharzábal, Edna Pozzi, A.E. Lahitte, R. Rubio, J. de Burgos, j. Boccanera, O. Portella y Hebe Solves.
Dentro del pequeño - gran universo de este “TIEMPO DE ALMENDRAS”: existen características recurrentes en el planteo lírico de Z. Gaite. Por ejemplo, el hecho de encontrar los títulos inmersos en el cuerpo poético, e integrados también como versos en las composiciones. Pero la escritora le sugiere “pistas” al lector, para que pueda seguir tras esas huellas en constante desplazamiento de las que hablara Barthes; por eso se hallan destacados a través de la tipografía (en negrita mayúscula).
Otra particularidad de su poesía (a la que ya asistimos en “LUNAS DE ABRIL”) es que si hilvanamos los títulos de los “siete umbrales” (que abren cada una de las “almendras” de Z.G., las que al igual que los frutos pueden ser amargas o dulces, según las distintas variedades de plantas, y en este caso, de acuerdo con los diferentes estados de ánimo por el que transita el “yo” lírico), es posible “armar” otro poema (que denominaría el “árbol”, o el “almendro - madre”): Un perfume a hierbas… / …crujientes y fugaces remolinos…/ …en el corazón de octubre. / Pronuncio tu nombre…/…paisaje del silencio. / Cae el crepúsculo…/…por dimensiones exquisitas…
Otra estrategia que Z. Gaite reitera en este poemario es jugar con la versificación, a fin de añadirle un “valor agregado” a las palabras, porque la tipografía y la disposición gráfica de los versos le otorgan una silueta definida, para hacerse eco de la temática sugerida, o ahonda semánticamente en determinados vocablos (por ejemplo, a través del uso de signos gráficos como rayas o barras. Es en esa “geografía” poética tan original, en la que aparecen penínsulas de palabras y bahías de silencios, donde a las escarpadas sierras le suceden remansos de praderas, cuando se justifica plenamente lo que expresara Cacho Agú, preliminarmente, en el texto epistolar, para destacar el valor del silencio como madre de todas las palabras (…) el aparente contrasentido entre silencio y palabras, entre vacío y forma, (que) tamiza toda la lectura (para) ver lo que está detrás de lo que acontece.
Pero como toda producción literaria se completa a través del acto de la lectura, puede haber tantas interpretaciones del mensaje como destinatarios se acerquen al libro (y cada quien con su inevitable y diversa carga de subjetividad, de emociones y creencias, y hasta de inquietudes lúdicas), con lo cual es posible transitar distintos caminos y vivir experiencias tan fértiles y disímiles; por eso, en la Edad Media se le utilizaba la palabra latina “página” para designar el conjunto de “viñedos”, y “legere” (leer), poseía también la connotación de “recolectar los frutos”, de manera que nos acercamos así al sentido productivo de “cosechar” distintos significados , y a la rica interacción con lo simbólico que se produce cuando entramos en contacto con un objeto cultural, tan particular como lo es la poesía.
Es posible seguir los pasos del “yo” literario en el paisaje silencioso, donde invoca un “tú” prácticamente inabarcable, que se diluye sobre el cauce / de las horas…/ por dimensiones / exquisitas… Es el poema “vertebrador” de las siete almendras que abren su sabor desde cada “Umbral”, donde los deliciosos dibujos de Arnoldo Gaite - hermano de la escritora - ofrecen sustento visual a las palabras (pág. 11, 21, 31, 41, 53, 63 y 73).
Y si en “LUNAS DE ABRIL” el número era el 9, ya que aludía a los nueve meses de la gestación, ¡Qué podemos decir del número 7 de “TIEMPO DE ALMENDRAS”: cabalístico por excelencia, aparece reiteradamente en el texto bíblico, padre de todos los libros… En la trama sutil que teje Z.G. es posible advertir otros hilos que hilvanan el poemario: son las páginas que no aparecen inscriptas en el índice (12, 22, 32, 42, 54, 64 y 74). En cierto modo, parece un juego matemático (…).
Pero vayamos a lo literario: si unimos los “hilos” del “hilván”, obtenemos un micro-poema, cuyo título - según la tipografía interna - es “RITUAL”, el que se halla integrado justamente por siete palabras, coincidiendo con las siete almendras azules de la tapa: Danza / azul. / Sabio / RITUAL. / Tiempo / y memoria. Éste sería - como lo denomina la escritora Rafaelita Margarita Beceyro Oliva - un “poenimio”, e incluso lo podríamos llamar “melisma”, tal como considera Fortunato E. Nari estas composiciones, al exhumar el valor ornamental que éstas tenían en los cantos gregorianos…o más bien denominarlos “poemines”, como los que escribió alguna vez nuestro recordado y siempre presente Horacio Rossi, a quien Zunilda le dedica el último poema - migración: “TIEMPO DE ALMENDRAS”, que resulta clave, porque es el que le da título al libro.
¿Será acaso que estos versos mágicos, gracias al eximio poder evocador del lenguaje - “la casa del ser”, según expresara Heidegger - constituyen algo así como la “almendra mística” que en las pinturas medievales orlaba la cabeza de los santos? O tal vez son como los caireles, esas almendras de cristal, que reflejan en sus múltiples facetas los destellos más fugaces del universo, y hasta resultan capaces de tintinear al menor soplo de la brisa…
De lo que estamos seguros es que como manifestara Maturana, los seres humanos existimos como tales en el lenguaje, expresión a la que nosotros agregamos que no sólo es posible dar cuenta del mundo real a través de las palabras, sino que somos capaces de construir otros mundos, más sutiles y exquisitos, como el que Zunilda Gaite logra comunicarnos a través de su “TIEMPO DE ALMENDRAS”.
Prof. Liana Friedrich
POSTAL DE SILENCIADA NOSTALGIA
La poesía siempre, en toda circunstancia, momento o lugar, es asombro, es maravilla, es celebración del espíritu pero sobre todo, celebración de la vida.
Prof. Liana Friedrich
POSTAL DE SILENCIADA NOSTALGIA
La poesía siempre, en toda circunstancia, momento o lugar, es asombro, es maravilla, es celebración del espíritu pero sobre todo, celebración de la vida.
Partiendo de uno mismo, aún en la alegría o aún en el dolor, el estado último de contemplación de la realidad y de lo que está más allá de la realidad, nos lleva a la creación poética. No es necesario destejer literalmente esa medición de fuerzas centrífugas y centrípetas - lo que nos impresiona desde afuera del yo y lo que emana del propio ser - para fluir por los caminos que la belleza de la palabra despliega ante nosotros.
En ocasiones, nos quedamos extasiados ante el telón creativo, sin poder aquilatar del todo el trasfondo del producto; en otros, vamos a tientas , reconociendo ideas, pensamientos, asociaciones, hechos , para alcanzar después, en una segunda mirada, el punto de inflexión entre metáfora y mensaje.
“TIEMPO DE ALMENRAS” nos muestra el camino hacia la poesía y sus misterios desde el inicio: “Un ángel / luminoso / abre / el antiguo / PORTAL / de los silencios…” y concluye con
“ … los milenarios / secretos / del poema”.
Rainer María Rilke es el que había escrito aquello de “Para escribir un solo verso es necesario haber sentido cómo vuelan los pájaros y qué movimiento hacen las pequeñas flores abriéndose en la mañana”. ¿Y qué es lo que vemos acá?... Una poeta extasiada, sentada en la ladera de un cerro rodeada de otoño, a la hora del crepúsculo, mirando al mundo y regodeándose con las maravillas de la naturaleza. Dicho así nos faltaría la esencia, la eterna búsqueda interior de transparencias y silencios, de “mundos etéreos” - como nos dice Gaite - en una estructura de orden muy personal. Con particular estilo creativo vuelca el propio placer de contemplar, desde una serenidad de espíritu subrayable, la soledad del hoy, el pasado añorado y nunca olvidado, a través de la mirada nostalgiosa con que nos abren la puerta de los recuerdos: el otoño, el ocaso, el ámbito serrano…
Retoma la temática de “LUNAS DE ABRIL” y esa original diagramación de incluir el título en el corpus poético. No hay estridencias ni alteraciones en los nudos líricos ni en el manejo del idioma, todo el libro se eleva desde una mirada introspectiva “hasta los espacios inexplorados del pasado”.
Así, la tristeza, el tiempo, el olvido, el silencio, desatan vivencias íntimas que abren el camino a la nostalgia y descorre las cortinas que el andar repetido de los días comúnmente ocultan. Pero la riqueza poética recién comienza, ya que todas las alusiones concretas, las referencias a la naturaleza y a objetos cotidianos, caducan al apuntar a la trascendencia del momento, al inexorable sendero del más allá.
“Las VOCES / OCULTAS / del viento / ovillan / los sonidos. / Me roza / cada instante. / En la quietud / del paisaje / late / el corazón / del cedro / bajo la paleta / gris / de los silencios”.
Los sonidos aquietados, adormecidos, están en el ronroneo de las palabras, en el rumor de la llovizna - no lluvia, ni tormenta - sólo pasos leves, rumor de hojas caídas, crujidos de otoño reluciente (…)
“Un ronroneo de escarcha / bajo los pies enrojecidos del alba… (…) limando esquirlas de cuarzo / en cada piedra / tras el CAUCE DEL ASOMBRO / que atrapan los ojos del rocío / en la maleza.”
“Un ronroneo de escarcha / bajo los pies enrojecidos del alba… (…) limando esquirlas de cuarzo / en cada piedra / tras el CAUCE DEL ASOMBRO / que atrapan los ojos del rocío / en la maleza.”
Hay un ornamento de vocablos bien escogidos, metáforas suavizadas por la transparencia de imágenes referidas a la naturaleza:
“Apenas alcanzo / en mi infinita desmesura, / a vislumbrar el agobio / de la tarde / y retener EN EL ESPEJO DE MIS OJOS / extrañas formas de dolor / reflejadas en el vacío / del mundo.”(…)
“Apenas alcanzo / en mi infinita desmesura, / a vislumbrar el agobio / de la tarde / y retener EN EL ESPEJO DE MIS OJOS / extrañas formas de dolor / reflejadas en el vacío / del mundo.”(…)
Y una personificación total con los elementos naturales, en especial los árboles - símbolos de la vida y el renacimiento de la esperanza - como una forma de desterrar los agobios :
“Llamo al viento del sur / cuando sufre la siesta / y el canto del crespín / desgarra la tristeza. (…) Pronuncio tu nombre / y se desliza desde mis raíces / hasta el gris rugoso de las piedras… / donde la mano del amor golpea. SOY UN ÁRBOL silencioso / corazón de trigo y azucena”.
En ocasiones la palabra poética adquiere un tono de rebeldía frente al dolor imperante, frente a las injusticias de la vida:
Este dolor / que recorre / los ríos / de la sangre / brota / en la desesperanza, / desde las SEMILLAS / DEL OLVIDO / como una garra / - aferrada - / fielmente / a su destino.”
En ocasiones la palabra poética adquiere un tono de rebeldía frente al dolor imperante, frente a las injusticias de la vida:
Este dolor / que recorre / los ríos / de la sangre / brota / en la desesperanza, / desde las SEMILLAS / DEL OLVIDO / como una garra / - aferrada - / fielmente / a su destino.”
Destaco un poema que me merece más reflexiones, a través del estado contemplativo del alma poética, de una mirada de agazapada sensibilidad. El camino lírico asumido como un sendero de sueño, de hondura creativa para entender el frágil cristal de los días ya vividos. Se descubre la voladura del momento presente hacia atrás (el pasado) y hacia delante (el futuro).
Se puede asociar libremente la intención de la poeta con la concepción de vida del hombre medieval que veía su materialidad como una cárcel, en un poema logrado y profundo:
“La huella de mi paso / avanza sobre el cauce / de las horas. / Cómo prolongar la tarde / atraída por los misterios / de la noche / con su enjambre de sueños / - atrapados - en redes / de CERTERAS ATADURAS. / Cómo volcar hacia / - adentro - la mirada / y respirar entre jazmines / por dimensiones exquisitas / donde se esparcen los añiles. / Cómo vagar en levedad, / deshabitando el cuerpo, / la memoria y el milagro. / Tal vez… siendo luz en la infinita plenitud de otra morada.”
“La huella de mi paso / avanza sobre el cauce / de las horas. / Cómo prolongar la tarde / atraída por los misterios / de la noche / con su enjambre de sueños / - atrapados - en redes / de CERTERAS ATADURAS. / Cómo volcar hacia / - adentro - la mirada / y respirar entre jazmines / por dimensiones exquisitas / donde se esparcen los añiles. / Cómo vagar en levedad, / deshabitando el cuerpo, / la memoria y el milagro. / Tal vez… siendo luz en la infinita plenitud de otra morada.”
Concluyendo, este nuevo trabajo de Zunilda Gaite, nos remonta a una calma anhelosa de otras horas que, aunque perdidas inexorablemente en el devenir de la vida, guardan el peso, la sustancia y el perfume de lo auténticamente vivenciado. La danza azul de la vida y la poesía, elevadas a la categoría indiscutible de VERDADES que habitan el espacio interior, del “fuego supremo que conjuran los dioses”, como expresa la autora.
Volviendo al comienzo, a las palabras de Rilke, hallamos en esta producción la consustanciación del mundo natural que nos rodea, con la riqueza espiritual y particular del mundo lírico que aquí se recrea.
Belkys Larcher de Tejeda
Nota del Editor: por una 'limitación' tecnica de Blogspot, la foto de arriba fue incluída aquí en tamaño reducido.
La poeta Zunilda Gaite está en el medio, acompañada por las autoras
de los dos textos incluídos en esta entrada.
Lic. Jose Pivín
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