Señor
Rey de España:
Soy
un elefante de Botswana, el país africano en el que me dicen que su Majestad ha
estado recientemente para descansar de sus fatigas, cazándonos en un safari.
Los elefantes somos mansos, aunque fieros cuando nos atacan. También nuestros
dioses, los de la sabana, son dioses buenos, no vengativos, aunque sí celosos
de sus habitantes.
Quizás
por ello, han querido reservar su vida, importante para su país, aunque
han querido advertirle con su caída y sus fracturas en el campamento desde
donde salía para cazarnos, que sería mejor ya para su Majestad que ha
vivido ya más de lo que vivimos uno de nosotros, dedicase su tiempo a otras
cosas, en vez de venir a matarnos.
Por
ejemplo a seguir a esa España que se está desmoronando económicamente, a ese
52% de jóvenes que sufren el aguijón del paro después de tantos años de
estudios, o simplemente a disfrutar de ver a los animales correr y divertirse
en su habitad natural, pero sin escopetas, con las manos vacías o llenas de
flores.
Nosotros
sabemos que no ha hecho nada ilegal viniendo y pagando muchos miles de euros
para matar a uno de los nuestros. Se lo permiten las leyes de mi país. Para
muchos, matar gratuitamente animales es como lo era antiguamente cazar a lazo a
los negros o indios para esclavizarlos.
¿Pero
basta que algo sea legal para realizarlo? Existen también las leyes del
corazón, no escritas, las de los sentimientos humanos, que dicen por cierto que
son superiores a los nuestros y existen ciertos ejemplos que un Rey debe
ofrecer de su vida incluso privada.
Su
Majestad, desde su primer discurso como Rey, afirmó que quería serlo de todos
los españoles. Yo sé que en España hay aún mucha gente que no se importa de ver
sufrir o morir a los animales y que hasta se divierte observándolo. Pero
existen también millones, sobretodo de jóvenes, que aman a los animales, que
quieren protegerles y conviven con ellos. A esos millones de españoles, no creo
que les guste especialmente la imagen de su Rey llegando a esta África, que es
nuestro territorio, escopeta al hombro, para distraerse disparándonos sin que
podamos defendernos.
Nos
han dicho, Majestad, que posee una de las mejores colecciones de escopetas de
caza que existen. ¿Podemos hacerle una sugerencia? Haga de ellas un museo y
anuncie a los españoles, que su Rey ya no va a matar a ningún animal y que los
años que aún le queden de existencia- que le deseamos sean aún muchos más de
los que nosotros vivimos, los va a dedicar a distraerse a favor de la vida y no
de la muerte.
Sabemos
que nosotros, los elefantes, como el resto de los animales, no tenemos
derechos. Nacemos para ser cazados y muertos. Pero queremos recordarle que
nosotros no hacemos mal a nadie. Somos sensibles y humildes y hasta nos
parecemos a ustedes los Homo Sapiens. Dicen los zoólogos que somos de los pocos
animales que respetamos a nuestros difuntos y de los pocos que saben
reconocerse, como los humanos, en un espejo.
Es verdad que quizás para ustedes los humanos los elefantes seamos inútiles, no
somos indispensables para nada, pero, no por ello deben tener el derecho de
matarnos. También las monarquías hoy- y lo digo con todo el respeto- aparecen
inútiles para muchos y no por eso se hace la caza a los reyes y reinas.
Y
hablando de reinas, nos gustaría saber qué piensa su discreta y querida reina
Sofía de su amor por la caza de elefantes. Ella como mujer y como madre, debe
saber que en nuestra organización en la sabana, vivimos un reino matriarcal.
Ellas, las elefantas, organizan y dirigen nuestra comunidad. Son madres
amorosas, dan de mamar a sus hijos durante tres y hasta cinco años y sufren
como ustedes los humanos cuando se los matan por capricho.
Por
último nos gustaría que sus nietos y biznietos, Majestades, un día consiguieran
divertirse sin necesidad de venir a África a cazarnos y arrancar nuestros
colmillos de marfil para adornar los palacios reales con sus trofeos de muerte.
Quizás,
ni queriendo podrán ya hacerlo porque quedamos sólo 30.000 elefantes en todo el
mundo y al ritmo con el que nos matan, sus nietos ya no tendrán como hacerlo,
porque habremos sido extintos. Tendrán que conformarse con cazar cucarachas que
al parecer tienen un millón de años y resisten hasta a las radiaciones
atómicas. Nosotros, no. Somos más grandes, pero más frágiles. Quizás por ello
nos amen tanto los niños a los que les gusta divertirse con nosotros. Vivos, no
muertos.
Sólo
desearle, Majestad, en nombre de nuestros dioses, que se recupere pronto del
susto que le hemos dado, que no era para matarle, sino para hacerle pensar que
sería mejor para su Majestad, que a la hora de dejar este Planeta, los
elefantes que aún estemos vivos, podamos llorar por usted en vez de alegrarnos
por haber perdido a un verdugo.
Los
vientos de la selva son misteriosos, Majestad. ¿ Por qué no nos regala sus
escopetas en vida?
Con
respeto y en nombre de todos los elefantes de Botswana.
FUENTE: www.ConcienciaPlanetaria.es
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