lunes, 28 de noviembre de 2011

Casi 1700 personas fallecieron en los últimos tres años en la provincia de Santa Fe en accidentes de tránsito . La mayoría eran jovenes



Lo accidental hecho rutina


Casi 1700 personas fallecieron en los últimos tres años en la provincia de Santa Fe en accidentes de tránsito que constituyen, además, la principal causa de muerte entre la población joven.


El dato, difundido en un informe que publicó días atrás este diario con motivo de conmemorarse el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tránsito, conmueve y habilita todo tipo de reflexiones. Pero también lleva a considerar un aspecto que no siempre es tenido en cuenta y es el dolor que involucra a los sobrevivientes.


Es que estos hechos, a los que el lector o espectador que nunca atravesó una situación similar parece acostumbrado de tan repetidos, resultan en verdaderos dramas para quienes perdieron a un familiar o amigo. Más todavía cuando esa pérdida fue el resultado de un acto de imprudencia.


Considerar al vehículo como un arma puede sonar exagerado y, sin embargo, es la definición que mejor le cabe cuando es conducido por una persona que decide no respetar las normas, que es una forma de no respetar la vida humana.


Víctimas de conductores alcoholizados, de protagonistas de picadas, de temerarios que ignoran la luz roja del semáforo, de supuestos audaces que exceden los límites de la velocidad, hombres, mujeres y niños suman un número en las estadísticas, pero se multiplican en la cantidad de familias destrozadas y de proyectos truncos. Más allá de la incidencia que puede tener el estado de la red vial o de situaciones imponderables que pueden apuntarse como causantes, lo cierto es que el factor humano prevalece en un alto porcentaje de estos siniestros que los especialistas insisten en definir como evitables.


Es más: el diccionario define accidente como un suceso eventual o casual que poco se puede asimilar a la deliberada transgresión de las normas básicas de manejo que, por otra parte y al menos en esta ciudad, son de indispensable conocimiento para tener acceso al permiso de conducir. En ese marco, nada de casual o eventual puede tener la conducción a velocidad peligrosa, o en estado de ebriedad, o la falta de uso de elementos destinados a prevenir daños (cascos y cinturones), o la falta de respeto por la más elemental señalización.


En ese sentido, la percepción de la normativa de prevención como un mero incordio y de su violación como una ‘viveza’ o picardía está lamentablemente arraigada en muchos conductores y bloquea la posibilidad de llevar adelante una política -y más aún- una cultura en la que el valor supremo de la protección de la vida y de la integridad física esté claramente por encima de cualquier otra consideración.


De hecho, el cultivo y desarrollo de satisfacciones de otro tipo, como las que proporcionan el desplazamiento a alta velocidad o la libertad de no admitir restricciones físicas u operativas, superan el rango de la mera irresponsabilidad para asumirse como verdaderas pautas de vida. Que, paradójicamente, y con una frecuencia que la estadística no deja de reflejar, encuentran su colofón en la muerte.



FUENTE: editgorial del diario EL LITORAL-SANTA FE

DOMINGO 27 DE NOVIEMBRE 2011



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