Ante una nutrida concurrencia que colmó las instalaciones de la Bolsa de Comercio fue presentado el nuevo libro. En un ambiente exquisito, se hizo presente el intelecto, acompañado por el buen gusto.
Gustavo Menéndez, Albor Cantard,
Gustavo Vittori y Enrique Butti
durante la presentación del libro.
Foto: LUIS CETRARO
De la redacción de El
Litoral
cultura@ellitoral.com
“Bajo el cielo de
Italia” es el título del libro que presentó anoche el periodista y miembro del
Consejo de Dirección de El Litoral, Gustavo José Vittori. El evento sucedió en
las instalaciones de la Bolsa de Comercio -entidad de la que es vicepresidente-
y contó con la presencia de un numeroso público conformado por afectos del
autor, directivos de LT 10 y diario El Litoral, y funcionarios entre los que se
contaron el actual intendente José Corral, el ex gobernador Hermes Binner y su
esposa, y la ex vicegobernadora Griselda Tessio además de una numerosísima
cantidad de público.
Inauguró la
presentación Albor Cantard -rector de la Universidad Nacional del Litoral-, en
compañía de Gustavo Menéndez -secretario de Extensión-, quien manifestó
satisfacción por la realización del libro por parte de Ediciones UNL. “Quienes
caminaron por Roma, Venecia, Florencia... saben que, como dice Vittori, ‘se
sienten cosas extrañas’, y él encuentra las palabras para describirlas”,
puntualizó Cantard.
La mayor parte de
estos textos fueron publicados en El Litoral como notas de viaje, entre 1996 y
2004, y la publicación incluye una inédita y extensa (101 páginas) parte final
dedicada a Roma.
En la pantalla las
imágenes de Italia comenzaron a transcurrir -las mismas que contiene el libro
capturadas en su mayoría por el autor- para dar lugar a los protagónicos de la
noche.
El escritor Enrique
Butti, prologuista del libro, luego de considerar las reales y calamitosas
diferencias entre turistas y viajero, señaló que “escuchamos con estupor y
envidia al viajero que estuvo donde estuvo con una presencia capaz de absorber
las palpitaciones de un lugar. Gustavo Vittori es uno de ellos y el libro es el
testimonio de su lúcida y estudiosa curiosidad”.
Butti mencionó la
capacidad del escritor de instalarse en el presente, su mirada humanista, su
sensibilidad ante la belleza y su inclinación periodística, tanto en el estudio
de los datos certeros como en la reflexión ante los datos inciertos.
“Las crónicas de
viajes tienen la capacidad de encantar al lector, de guiarlo como un amistoso
cicerone, como sobrevolando, cómodamente instalados en una alfombra mágica”.
Por su lado, el autor
se dedicó primero a los agradecimientos, ya que consideró que en parte es una
obra colectiva: empezó por la UNL, mencionó los tres años de trabajo y sus
ayudantes: Marcelo Soler, el letrista; su mujer y compañera de viajes Claudia
Veronese; su amiga Susana Squeff; Enrique Butti; y a Carlos Méndez y Roberto
Schneider.
Paseos y nostalgias
El libro y el interés
de Vittori por Italia empezaron a gestarse cuando trajinaba las páginas de
“Santa Fe en Clave”, en esa constante aparición de la cultura clásica y la
civilización romana en los propios patrimonios. Italia es el país al que está
vinculado por ascendencias familiares y culturales.
Tenía “una venda en
los ojos”, un prejuicio, que se desvaneció cuando la italianidad comenzó a
emerger y ese reencuentro lo llevó una y otra vez al país.
“Necesitaba entender y
discernir, al menos en forma básica, la diversidad y complejidad de un paisaje,
urbano y rural, al que una síntesis milenaria teñía con apariencias de
homogeneidad”, escribe.
La presentación de sus
miradas expuestas en el papel trasladan al autor a imágenes, historias,
recuerdos y nostalgias: en Italia aparece, junto a Borges, Susana Bachini,
quien fuera integrante del Consejo de Dirección de El Litoral, ya fallecida, a
quien le dedica el capítulo. El viaje lo detiene en otro afecto que dejó de
estar: Antonio Félix Francia (Antuco), quien lo empujó para que se anime a la
compleja y laberíntica Roma. Y las crónicas, los viajes traen a Silvia Vittori
-amiga, compañera, integrante del Consejo de Dirección- que “hacía fácil los
viajes, siempre con su sonrisa”
.
En la pantalla y a
modo de agasajo al escritor, apareció, casi en directo, bajo el cielo de
Italia, Virginia Tola, que envió su saludo, y en su voz vibró “O mio Babbino
Caro” de Puccini.
La interioridad
Dice el autor: “Este
libro es un registro cargado de subjetividad, en el que el objeto de cada
comentario está vinculado con una motivación personal. De modo que la porción,
segmento, enfoque o recorte de una realidad -el fragmento elegido- que se
procesa en los textos ofrecidos y en las imágenes que los complementan,
expresan, a su vez, fragmentos de mi propia interioridad”.
Formas
“Bajo el cielo de
Italia” arranca con el prólogo de Enrique Butti; “Fragmentos para compartir”
del autor; le sigue “Novena” el texto y la tipografía creados por Marcelo Soler
-también a cargo del diseño-, una letra construida en oportunidad de las nueve décadas
de El Litoral; y antes del transitar bajo ese trozo de cielo prometido, el
autor agradece a los que colaboraron en el nacimiento del libro.
El primer capítulo:
“Flor de ciudad” dedicado a Florencia, “con ese exquisito toque de distinción
que no se puede comprar”. Sigue “Tres hombres en un convento”: son Cosme de
Medici, Giovanni da Fiesole y Jerónimo Savonarola. “El ‘David’, esclavo de su
belleza”, “apenas despuntando el siglo XVI y a sus jóvenes 26 años, Miguel
Ángel Buonarroti le hizo frente al reto escultórico y, en tres años, lo
resolvió a su favor y el de la cultura universal. Capítulo IV: “Cenizas de
Dante, rescoldo de pasiones”, “exiliado de Florencia en 1302 por razones
políticas, nunca más volvió a su tierra”. En “Vestigios de amor bajo las losas”,
“los cuerpos donde vibraron yacen fundidos con el polvo de la tierra, pero una
energía indefinible se irradia desde sus tumbas para atraer a muchedumbres que
buscan sedientas las fuentes del amor...”. También hay “Aromas de vida”, los
que cantan presencias; y “Días de vinos y lirios”, “una ruta atraviesa el
corazón de Chianti, la primera zona del mundo que obtuvo para su vino
denominación de origen”. Venecia aparece en “Una fantasía colectiva”, “se
despliega sobre un conjunto de islotes que asoman, próximos a la costa
italiana, sobre aguas del mar Adriático”. “El laberinto de Borges”, Venecia 21
de abril de 1999... “el escritor aguardaba en uno de sus laberintos preferidos:
la biblioteca mayor de la ciudad ‘de cristal y crepúsculo’, aquella que espeja en
el agua salina su agonía sin tiempo”; “Caras de piedra” en Verona; “Milán, a
vuelo de pájaro”, ciudad “grande, dura, orgullosa y monumental”; y allí le
siguen “La casa de los hombres grandes” y “Un joyero que hace enmudecer al
oro”.
En “Dos ciudades”, el
autor traza paralelos entre Turín y Santa Fe. El capítulo XV: “Artesanos de la
muerte” nace en el cementerio de la iglesia de Santa María de la Concepción de
los Padres Capuchinos, ubicada en el número 27 de la romanísima Via Vittorio
Veneto. Luego “Bomarzo”; y “En la casina, un mundo”, en el “complejo monumental
de extensos jardines y grandes edificios del Vaticano”; y “Roma, matriz de
Occidente”, “la ciudad tres veces milenaria se ha hecho y rehecho con los
mismos materiales a través de los siglos”.
La música
La arpista Marcela
Méndez y la cellista Gabriela Peirano brindaron un pequeño concierto integrado
por las siguientes obras: “Quando m’en vo” de “Boheme” de Puccini; “Solo” de la
“Lucia de Lamermoor” de G. Donizetti (ambas para arpa solo); “Andante de
Fioroni”; “Sonata Nº 4” de Antonio Vivaldi para cello y arpa; “El Cisne” de
Saint Saenz para cello y arpa; “El cisne negro” de Villa Lobos para cello y
arpa; “Romance” de Claude Debussy para cello y arpa; “Après un rêve” de Gabriel
Fauré para cello y arpa; “Spiegel um Spiegel” de Arvo Part, entre otros de
similar jerarquía.
Gabriela Peirano y Marcela Méndez,
protagonistas de un bello concierto.
Foto: LUIS CETRARO
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