Ahora,
como invitado del blog, de Taverna Irigoyen les hago conocer algunas de
las muy buenas “micro-historias” de su inédito “Mundo de ortigas y
azahares”:
Tendida en la esterilla, advierte que su alma se desprende para refrescarse en el estanque.
Entran
al templo sobre la ribera de Nawa. Allí, en un altar dorado, fina como
un cabello está la eternidad esperando. La beben con los ojos en una
penetración intensa, y salen.
Un ramo de alelíes es suficiente para que la abuela sueñe que el samurai no ha muerto.
El
emperador Sutoku se saca el gran manto de seda. Queda al descubierto su
cuerpo de osamenta frágil. Se mira en la luna del espejo. Siente que
alguien se acerca. Rápidamente vuelve a entrar en la vestimenta.
No
es el jardín de Ptolomeo, rey de Macedonia, ni el palacio de los
jardines colgantes. Es un jardín dibujado por el pincel de Foujita, en
que cada estanque permite que un pececito –sólo uno- salte del agua a la
palma de quien hojea el álbum.
Descuelgo
el invierno de mis ojos. Es demasiado quieto, como si estuviera muerto.
Y sin embargo, a Eloísa le gusta vestirse de hojas caídas, como si eso
fuera un gran lujo. Ayer, -no sé si como castigo- los barrenderos la
llevaron en el camión de la basura.
Abre
el álbum de fotos familiares y se detiene en esa que sacaron en el
invierno que nevó. Están todos muy abrigados, serenos, mirando fijamente
al frente. Pero hay un hueco en la segunda fila. Falta tía Eulogia.
Aquella que nunca tuvo buena relación con nadie. La que se fue a vivir
sola cuando cumplió los veinte. La que nunca escribió ni asistió a los
sepelios. Se ve que no estaba a gusto con nosotros y salió de la foto.
De
mí heredarás nada más que el oficio, que te lo he enseñado bien. Si
sabes ser cauto, nunca caerás preso, y ante denuncias, búscate un
abogado sin escrúpulos, que ellos se entienden con los jueces probos.
Pero eso sí: que todo termine contigo. No quiero que le enseñes el
oficio a mi nieto. Él será doctor.
A
Epaminondas (que todavía no sabe por qué sus padres le pusieron nombre
de general griego) le encanta la jardinería. Pero nada de hablarle a las
plantas. Cuando una se niega a crecer o lo hace inarmónicamente, le da
con la pala. A la bromelia la golpeó tanto que se quebró toda y a los
días murió. Ayer le avisaron los de la Sociedad Amigos del Jardín que
hoy lo visitarán porque hay una denuncia.
No
contará nunca lo del plagio. Tampoco la razón de no presentarse a
concursos. Él sigue escribiendo para sí solo. Rompiendo, siempre
rompiendo originales. Ella juntando páginas que después ordenará,
releerá y finalmente rubricará con su nombre.
Colgado con las manos en alto, se balancea. Ha olvidado cómo debe bajar. No recuerda cómo subió. La viga cruje.
Estamos
a yardas de la frontera. Tú no quieres llegar. Yo tampoco. Nada decimos
y sin embargo la frontera se va desplazando según nos acercamos y hoy
ya es inalcanzable.
Le
han puesto de mote Buster Keaton a la vendedora de diarios del barrio.
Nunca sonríe. Y sin embargo, hay algo dulce en ella. Alguien murmura que
su madre murió de diabetes. Y que tiene dos hermanos más con la misma
enfermedad. Hoy, cuando fui a buscar el diario, me sonrió con tristeza
–por primera vez, lo juro- y cayó exánime en mis brazos.
Promesantes
de la vida, han cruzado campos, han sorteado ríos. No los impulsa el
amor. Los mueve el pedido de igualdad. Van ancianos. Van niños. Van
hombres y mujeres fuertes. Igualdad para todos los pueblos del mundo. En
cada lugar preguntan y van directo. Abren puertas. Violan ventanas. Y
siguen. Les queda mucho por hacer hasta que no quede un solo político
sobre la faz de la tierra…
Fue
un milagro que olvidara las muertes familiares, los abandonos, las
traiciones. Su cerebro se limpió de resabios y rencores y se sintió
hombre libre. Hombre sin compromisos como para decidir que hoy domingo,
después de la misa, se pegará un tiro.
Su
vida vale un chelín, dijo el notario. Al menos, vale un chelín para su
tío, que es lo que le dejó de su fortuna. Dice aquí que usted es rico
en ilusiones. Y que, para él, no hay que cambiarle el esquema de vida
porque el dinero ensucia y envilece la mente…
Después
que pasó lo de la herencia, Eudoro razonó que algo de perspicacia
animaba a su tío. Entonces, tomó una a una las ilusiones, las miró y
acarició con ternura y, finalmente, les rompió el cuello sin clemencia.
Esta noche viajo a Carmagnola, en el Piemonte. Unas horas y regreso. Es il mio mestiere,
con las pompas fúnebres de la región. Soy el primo de Roma, que llega
al velatorio para prestigiar al muerto ante los amigos de sus
familiares. Cuando entro, siempre un murmullo y decenas de ojos curiosos
siguen mis pasos hasta el féretro. Discreto, doy la mano, algunas
palabras de circunstancias y quizá el pañuelo. Después, salgo al aire.
Mañana tengo otro en Portognaro, en el Veneto…
fuente:http://lacomunidad.elpais.com/cmoran24/2013/1/13/el-invitado-jorge-taverna-irigoyen
Es el Blog del excelente escritor y periodista
santafesino y universal,Carlos Roberto Morán
Publicado aquí por una previa autorización de Carlos
Roberto Morán.
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Roberto Morán.
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