John Muller
Para LA NACION
MADRID.? "Sube a nacer conmigo, hermano. / Dame la mano desde la profunda / zona de tu dolor diseminado / No volverás del fondo de las rocas..."
Alguien rayó hace pocas semanas las paredes de las calles de Santiago de Chile con este primer verso del poema XII del Canto general, de Pablo Neruda, para evocar con él a los 33 mineros encerrados en su tumba de piedra.
En Chile, este poema es extremadamente popular porque el grupo Los Jaivas le puso música en 1981 para su disco Alturas de Machu Picchu, que casi todos los chilenos se saben de memoria. No imaginó Neruda que su alargado y estrecho Chile, ese "pequeño país con vistas al mar", iba a protagonizar una proeza como la que se vivió anteayer en el campamento Esperanza: que 33 hombres atrapados por las fuerzas telúricas fueran liberados por el ingenio y la voluntad humanos.
Tiene tantas dimensiones lo ocurrido que no basta un estilo para cantar a esta gesta. Neruda habría tenido que mezclar todas las etapas de su poesía para hacerlo. Desde su juvenil romanticismo de los "astros azules que tiritan a lo lejos", hasta su plomiza poesía comprometida con el comunismo de Stalin, trufada de acero y carbón, pasando por su maravillosa etapa surrealista ("Sucede que me canso de ser hombre...") y el exuberante naturalismo del Canto general.
Dicen que Chile es un país de poetas, porque en un breve siglo cosechó dos premios Nobel cuando apenas tenía ocho millones de habitantes. Desde ayer también es un país de ingenieros.
André Sougarret ha sido el héroe que planificó la localización y el rescate de los mineros con una tecnología de punta que nadie imaginaba que existía.
Sougarret, sin embargo, no es el primer ingeniero chileno que se enfrenta a su naturaleza indómita. En 1960 Chile sufrió el peor cataclismo que registra la historia humana, un terremoto de grado 9,5 en la escala de Richter (el de febrero pasado fue de 8,8) que deformó totalmente la orografía de la zona de Valdivia.
Una montaña se desplomó sobre el río por el que desaguaba el lago Riñihue y éste comenzó a acumular agua y subir de nivel. El agua alcanzó niveles tan alarmantes que amenazaba con arrasar varias poblaciones con más de 100.000 habitantes.
Un ingeniero llamado Raúl Sáez, por entonces gerente general de Endesa Chile, fue el encargado de diseñar una estrategia para resolver la crisis. Y al frente de un ejército de ingenieros y estudiantes, logró crear un curso alternativo para aliviar el Riñihue. Esta proeza fue relatada por el historiador español Leopoldo Castedo en su libro La hazaña del Riñihue.
Lo ocurrido en 1960 cubrió de gloria a los ingenieros chilenos. Se despertaron miles de vocaciones entre los estudiantes universitarios, como probablemente sucederá también ahora. De esa camada salieron profesionales como Manuel Pellegrini, el ex entrenador del Real Madrid, ingeniero civil para más señas.
Chile también conoce mil historias de sus mineros, que han roído las tripas del desierto calcinante, de mineros que han muerto con el grisú de las minas de carbón de la austral Lota. Baldomero Lillo retrató a los del Norte en Subsole y a los del sur en Subterra. Ellos son los padres y los protagonistas del alma mineral de Chile.
He pensado que un minero chileno bien podría ser el cruce entre un poeta y un ingeniero.
Quizás un minero sea un ingeniero que no terminó su carrera porque se enamoró de un endecasílabo, o un poeta que nunca terminó su obra porque debía aplicar su ingenio a arrancarle las riquezas más ocultas a la Tierra. Quizás eso sea un minero.
(c) El Mundo
El autor es un periodista chileno, director adjunto del diario El Mundo, de España
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martes, 19 de octubre de 2010
En Chile:El cruce de un poeta con un ingeniero
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