jueves, 20 de diciembre de 2012

“AZUL DE OTOÑO” , último libro de poesías de la escritora y poeta santafesina Zunilda Gaite.

La presentación de su nuevo poemario
AZUL DE OTOÑO  tuvo lugar el 21/03/12 
en el Club del Orden de Santa Fe.



















Liana Friedrich, Zunilda Gaite y Belkys Larcher.
 Felices, en plena Presentación del libro.

PUERTA DE LUZ


Una  característica fundante de la poesía contemporánea, es la constante preocupación por la forma, pero en “AZUL DE OTOÑO” se produce una notable conjunción entre la poesía humanizada (de tono personal, arraigada en el sentimiento y lo emocional) con la poesía pura (donde prima el ingenio, el artificio y lo lúdico), porque Zunilda Gaite transgrede las fronteras entre ambas márgenes para encontrar su propio estilo.


El lenguaje exquisito se une a una estética barroca y sensual para connotar, desde un enfoque intimista, sus emociones, valiéndose de una técnica neo-surrealista, que no por ello deja de ser racional, porque se ubica en la vertiente de la poesía visual -derivada de los caligramas de vanguardia- pero poderosamente humanizada a través de un tema recurrente: el de los efectos que causa el tiempo, es decir, la soledad, el recuerdo, la caducidad de la vida, aunque siempre abiertos a una luz esperanzadora trascendente. Es así como el “yo lírico” se proyecta sobre la silueta de los versos con un tono elegíaco, aunque esté lejos de resultar pesimista, porque al fin y al cabo, como expresara Vicente Huidobro, “la poesía es revelación, es vida en esencia, es el universo que se pone en pie”.


En los poemas que integran este libro se respira un aire melancólico -donde la escritora redunda exacerbadamente en explorar las emociones- cuyo estilo podría ser calificado como neo-purista, por la abstracción temática de los versos que encierran una lúcida reflexión metafísica sobre los seres y objetos del paisaje, el cual adquiere -a través del frecuente recurso animista- un protagonismo relevante, inmerso en un ambiente escriturario experimental no exento de esteticismo, donde la imaginería (reino indiscutible de la metáfora y el símbolo) le permite innovar en temas clásicos: el amor, la soledad, la muerte…


        Perfeccionista al máximo, Zunilda Gaite se preocupa no sólo por el contenido, sino por el continente, porque aunque utiliza el verso libre, logra sugerir el ritmo a través de la silueta del discurso poético, para otorgarle -deliberadamente- una cadencia y una densidad especial a las palabras, que gracias a su inserción tan particular en el cuerpo del texto, adquieren una carga significativa sugerente y novedosa. Y en muchos casos, la transgresión formal alcanza a los signos de puntuación y a la segmentación lingüística, con el objeto no sólo de lograr musicalidad a través de la estrategia fonológica, sino para acompañar la carga semántica de los lexemas desde lo morfológico, con el fin de suscitar una interpretación activa por parte del lector. Otra forma de manifestar esta rebeldía, se revela en la  yuxtaposición del título de la composición con el cuerpo mismo del poema, lo cual constituye también una fórmula de ruptura respecto de los cánones de la lírica clásica. Para concretar estas estrategias escriturarias indudablemente incide la incorporación estética de las nuevas tecnologías asociadas a la impresión, que repercuten en la presentación del formato de los versos. Esto obedece -si tenemos en cuenta no sólo la función ilocucionaria, sino perlocutoria del lenguaje- a la necesidad que se advierte en todo escritor del siglo XXI, de atrapar al destinatario, sumándolo a la aventura poética (actitudes que se evidencian también en la evolución que experimentara la cinematografía y la música). 


Es posible captar las huellas estilísticas que dejara una escritora tan intensa y original, empeñada en “curar la enfermedad de vivir”, como lo fuera Alejandra Pizarnik, voz indiscutible que sobresale en la nueva élite poética de las letras argentinas, sobre todo a través de las pausas y silencios que cobran un valor poético significativo (los cuales se evidencian en los espacios y cortes, que deliberadamente Zunilda Gaite produce dentro de la textura poética de “AZUL DE OTOÑO”). Es que existe una intención decididamente experimental en cada elemento que contiene el corpus poético de esta escritora: las repeticiones de palabras- clave que encierran enigmáticas revelaciones, la distribución estrófica (que reitera sistemáticamente el número tres -del latín trinun: trinidad, con toda la carga mística y metafísica que histórica y filosóficamente posee- en todo el formato del objeto-libro), estrategias escriturarias para nada aleatorias, porque son desencadenantes de efectos especiales que premeditadamente la poeta se propone lograr en el receptor, por lo cual se advierte un compromiso mayúsculo con la estética literaria, no sólo como forma expresiva exclusiva de lo humano, sino casi como un deporte intelectual (quizás por eso mismo, José Cuesta afirma que también “la poesía es un método de análisis, un instrumento de investigación”).

Como en las producciones literarias que anteceden a “AZUL DE OTOÑO” (es decir, “LUNAS DE ABRIL” y “TIEMPO DE ALMENDRAS”), Zunilda Gaite manifiesta una voluntad decididamente arquitectónica en la tarea de delinear el recorrido textual, donde haciendo gala de una libertad total en cuanto al uso de los signos de puntuación, tiene como finalidad destacar en escorzo el espesor de la palabra, que se rebela contra la tiranía que tradicionalmente le impusieran la gramática y la normativa. Por esa razón su lírica, aunque podría ser considerada  libérrima, no resulta para nada anárquica ni arbitraria, sino coherente con la propuesta de una nueva manera de leer, revolucionaria, planteada casi como el paraíso de la autonomía en literaturidad. 

Este “género de lo inefable” -como Fortunato Nari califica a la poesía- no solamente apela a las emociones, sino que posee como reverso enigmático, la intencionalidad de motivar al lector a resolver verdaderos acertijos, donde el mensaje lingüístico -casi secreto, críptico- se entrecruza con el código matemático: mientras que en los dos poemarios anteriores jugaba con los números nueve y siete, respectivamente, este volumen se estructura alrededor del tres: la primera parte se halla compuesta por treinta poemas, la segunda por veintiuno y la tercera por doce (todos múltiplos de tres y si sumamos cada una de las cifras, el resultado también es tres). Estas partes, que operan a modo de clímax emocional descendente (“Nace el asombro”, “Crece una lágrima ” y “Declina el murmullo”), prologadas visualmente por tres ilustraciones cuyo leit-motiv son las flores (siempre presentes en el rico mundo sensorial de la escritora), se hallan también concatenadas temáticamente con el “Umbral” que las precede, para cerrarse a través de la “Migración”, con el último regalo poético de contratapa: un “AZUL DE OTOÑO” definitivo, donde la imagen nostálgica de las “gaviotas” se conecta plásticamente con las tres siluetas aladas de tapa. 

Y qué decir del color azul, que podría considerarse un ícono cromático dentro de la poética gaiteana: en “LUNAS DE ABRIL” -como en “AZUL DE OTOÑO”- identifica el desarraigo del “yo”, ese destino de ausencias que como un fatum desembocará en el “otoño” de la vida, donde atardecen los sueños y las ilusiones junto con la declinación de la naturaleza. Acaso el “azul” -asociado con la noche, el cielo infinito, la eternidad…- sea el preferido de los poetas (como Rubén Darío manifestara); no obstante, este color puro resulta ideal, según se observa en los escritores anglosajones, para pintar la melancolía y la tristeza. Merece destacarse este detalle que resulta ya iterativo: en sus tres últimos libros, Zunilda Gaite juega con el mismo color primario, conjugándolo con la blanca luminosidad en los diseños de tapa (tanto en la tipografía como en las ilustraciones).
Es común -como en otras de sus composiciones- que la poeta recurra a la intertextualidad: en este caso el efecto polifónico surge de la relación dialógica que se entabla entre los epígrafes (de tres versos cada uno, aunque a veces suplidos por puntos suspensivos) que prologan cada poema, con el textum propiamente dicho, y que dan cuenta del selecto corpus de escritores contemporáneos que frecuenta, recurso mediante el cual se rompe intencionadamente con el discurso unívoco: se trata entonces de un “neo-discurso” donde al igual que en los vasos comunicantes, migran las voces líricas, de acuerdo con la temática que referencia cada composición. Con todos estos rasgos de escritura, es posible descubrir que Zunilda Gaite persigue un objetivo básico en su propuesta poética: liberar toda la potencia creadora del lenguaje, de la sumisión que le impusieran las reglas clásicas, propias de un estilo tradicional ya ampliamente superado. 

Otra característica sobresaliente dentro del planteo lírico actual, es el hecho de avizorar un futuro incierto, hacia donde la mirada se extiende sin poder encontrar un horizonte definitivo; sin embargo, en la poética gaiteana este rasgo no constituye señal alguna de tragedia ni de incertidumbre, sino más bien una preocupación central por hacer soportable la caducidad de vida, más allá de la nostalgia mortal  y adánica de sentirse “arrojada del paraíso terrenal”. En tal sentido, mucho se ha hablado acerca de la función catártica de la literatura: en este caso, se trata de lograr la purificación o la expiación a través del testimonio poético, con el objeto de encontrar consuelo o confortarse, no tanto por la intercesión de un “ser supremo”, sino por medio de una actitud de matiz panteísta, que sumerge al “yo lírico” en la “suprema naturaleza”, para recuperar la felicidad perdida y el sentimiento de arraigo a lo terreno -aunque sólo sea un engaño ilusorio de los sentidos- porque tal como declarara Octavio Paz, “la poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono… Operación capaz de cambiar el mundo”.


              Prof. Liana Friedrich


“AZUL DE OTOÑO”  de  ZUNILDA GAITE.



Designios capaces de derrotar al miedo.



“…

remolinos de cielo y luz /
capaces de derrotar al miedo…”
Zunilda Gaite.

La poesía en su halo de misterio entabla relaciones lúdicas entre las emociones y el lenguaje; no hay otra forma literaria que exprese más adecuadamente los sentimientos. Y en el placer que acompaña su lectura  profundizamos  el abordaje de fondo y forma, aliados en viaje hacia el significado y el significante.
Entiendo que “AZUL DE OTOÑO” se alinea en esa búsqueda de equilibrio entre lo que se ve y lo que se descubre, entre lo externo y la internalidad poética. Ya lo expresó Lázaro Carreter, todo escrito dice algo (fondo) mediante la palabra (forma) y que tales aspectos no pueden separarse. Este nuevo libro de Zunilda Gaite tiene, sí, una gran preocupación por lo que se ve a simple vista, pero es el lector quien deberá encontrar la profunda idea central, el nervio motor de “AZUL…”
Para abordar ese núcleo lírico, escogí cuatro poemas, de distintos momentos del libro, llamados: “Umbral”, “NACE EL ASOMBRO”, “CRECE UNA LÁGRIMA” y “DECLINA EL MURMULLO”.
Por este sendero, caminamos un mundo etéreo, inasible, con aleteos líricos donde prima la forma y el lenguaje metafórico “de cielo y luz…”. Con pinceladas surrealistas, nos adentramos en un ambiente onírico, algo abstracto y cabalístico; no obstante surgen a veces, ciertas definiciones que no podemos dejar de lado, ideas y metaforizaciones animistas que, tomadas aisladamente, muestran una voluntad creadora, una gran libertad de pensamiento.
Ejemplo: 
 “Atardece /-sigilosamente- / sobre la filigrana de los sueños. / Delicada urdimbre de sol y luna. / En los pliegues de marzo /atardece / entre sus randas de hierbas, / perfumes y sonidos. / Sortilegios arcanos. / Ancestral designio. / Por el exilio del viento / rozando el infinito, / Bajo un cielo AZUL DE OTOÑO, / con la complicidad del silencio / secretamente- / atardece.”
Uno de los poemas “concretos” por llamarlo de alguna manera, se compone de elementos que también pueden ser expresados en prosa. En su abstracción rozan los lindes de la poesía pura. Pero aquí, además, descubrimos una inclinación panteísta por el conglomerado de ideas que convergen en primera persona: habla el árbol (una figura especialmente amada por la autora). Esta unicidad de ver a Dios en el universo y viceversa, constituye el punto de partida de lo que es “Inmemorial y universal”, al decir de Aldous Huxley. Una concepción del mundo y de las cosas, del pensamiento, de la forma de VER lo que la rodea que, inexorablemente, ostenta en su vértice, a la trascendencia. El poema en cuestión tiene, tras la anécdota simple, una connotación de universalidad:

”Hay más que agua / en el fondo del  aljibe. / La enorme pupila / de su cuenco / es la medida exacta / de un puñado de estrellas / que titilan como luciérnagas / sobre la hierba  / -a oscuras-. / Contempla cómo mis ramas /se cubren de pájaros / que deshabitan sus vuelos / y en el silencio de la noche / duermen. / Desde MI SERENO LATIDO / velo los sueños que perduran / tras las cicatrices adheridas / a la piel de cada madrugada.“ 
Otro poema que me llamó la atención por su fuerza, por la vibración de poder que ofrece, es el del árbol de la vida, lo que se desprende del epígrafe “Desde lo hondo de la tierra / sostiene la vida… César Bisso. 

 Nuevamente el árbol como sujeto lírico que se proyecta hacia el entorno inmediato, y el recurso de la personificación  en primera persona, pero con el poderío que le da el dolor del vivir y del morir, con la impronta del TIEMPO, y por el cielo la sombra del miedo a lo desconocido. Porque según su propia expresión:”Hay palabras  / que sacuden / los mares del infortunio…” o sea el humano, comprensible intento de aferrarse, de fortalecerse el alma con férulas de ramas otoñales, de enclavarse a la tierra sin miedo a la espada de Damocles que “sigilosamente “e inevitablemente, caerá sobre el tenue hilo de la vida. I “Olvidaste abreviar mis ramas / advirtiendo / presagios de tormenta / y aquí estoy -desplomado- / cuesta / abajo / después de un vendaval / venido a ciegas. II Suben los leñadores / a desgajar mi historia. / El canto filoso de las hachas / rompe con su ritmo / los silencios. / Puedes ver, / por el hueco de mi ausencia / en el hilo del agua de la acequia, / tu rostro y las estrellas. / Escuchar / los relatos de pájaros y niños /  que hicieron de mi copa / su regazo predilecto. / Y sin acariciar / mi rugosa corteza, / aun / en la - intemperie - de la vida, / incluirme en tus poemas. III El tiempo deja su huella. / Centurias de trabajo / desmenuzan los guijarros /que  penetran mis  raíces / en des-calzo desamparo. / Un extraño perfume / anuncia el latido de la savia. / Mi corazón / par / ti / do / sangra / sobre la tierra brava. / Sabe a lluvia  tu mirada / y reverdece el follaje / de LA ÚLTIMA ESPERANZA.
Al abordar la esencialidad yacente en el lecho de esta obra, rastreamos una permanente búsqueda de “sus propias utopías “- a veces con un tono eufórico, las más de las veces, tristón, inquisitivo, protector, nostalgioso, murmurador y quebradizo como las hojas secas… pero vital y misterioso. Y es ese tinte ignoto subyacente en toda lírica, el que parece ahogarse en sombras anochecidas, el que de pronto en la página siguiente nos llena de luz, de certezas, de vivencias.
En el poema de la página 75 concentra su reclamo de vida, sintiéndose flaquear ante los recuerdos, las ausencias, los miedos. El epígrafe dice: “Quisiera / sentir / aún /el manto del amparo.” Nora Didier. “Cada gota de melancolía / orada la profundidad / de la ausencia. / Convergen los recuerdos / como brasas en perenne -desamparo-. / Las manos del cansancio / se han endurecido / exhibiendo las culpas / para quebrar los miedos / y acariciar esperanzas de eternidad. /  Naufrago / en  vertiginosas espirales / perseguida por mis propias UTOPÍAS. / Necesito / tener tu fortaleza / que vengas en los pliegues de la tarde / y llenes de torcazas mi vereda.”
En la costura del tejido poético, este libro nos hace avizorar resonancias metafísicas, llama la atención del lector por su concepción estética y se proyecta, emocionalmente, plasmando los contenidos más ocultos de la conciencia.
Aunque varios caminos de su entramado lirismo, pueden asociarse con cierto pos romanticismo -la inclinación a endiosar la naturaleza, el pasado ausente y el hoy presente, la idea revoloteante de la muerte de las cosas y del propio mundo, la rebelión frente a las formas tradicionales…- no hay que confundirse. Ante todo, en la poesía de Zunilda Gaite, campea un sentido hondo de trascendencia, de perduración y de la perseverancia de esa búsqueda.
Si he de esbozar sintéticamente, la temática que sostiene y empuja este poemario, debo subrayar algunos de los temas clásicos e ineludibles de la literatura: el Tiempo, el Amor (“Del amor depende el rumbo acertado de los días…” dice la autora) o su carencia, la Muerte y lo arcano, el Vivir, con toda la problemática que ello implica.
Con “AZUL DE OTOÑO “, última obra de Zunilda Gaite, nadamos por el cauce de una rica vida interior, en un navío luminoso, ornado de reflexiones y pensamientos, surcando días de marzo, a los que, más tarde o más temprano, veremos aproximarse la crudeza invernal. 

Prof. Belkys Larcher de Tejeda.

 

                                        




 














Fuente: los textos y la foto de la tapa del Libro los acabo
de recibir directamente de mi querida amiga Zunilda Gaite,
autora de las poesías. 

Recibí tambien dos fotografías más, que no puede incluir
aquí por razones tecnicas. Una de ellas muestra el público
(total de 98personas), siguiendo atentamente el Evento.
El grupo vocal "Lo que Somos" contribuyó en la parte
artística .

Por razones de distancia ( 14.500 kmts. ) no pude asistir
al mismo, y debo conformarme con los textos de las
citadas Profesoras y las fotos.   
  
Le deseo a Zunilda exitos en todas sus actividades y en su
vida personal, y felicito tambien a las dos Profesoras que
han comentado con claridad, calidad y simpatía este nuevo
libro de poesías de Zunilda Gaite, Secretaria General de la
A.S.D.E- Asociación Santafesina de Escritores.

Lic. Jose Pivín
frente al puerto de Haiafa
frente al Mar Mediterráneo  
   

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